Nacido en Terrasa, de niño despuntó en el Can Parellada y de allí ingresó en La Masia del Fútbol Club Barcelona. Era un futbolista ofensivo, que solía actuar por el extremo derecho, y que tenía un toque de balón exquisito; un jugador de detalles, de esos que siempre intentan premiar con algún gesto a la afición. Del Barça pasó al Real Mallorca, club con el que debutó en Primera en 1998. Tenía mucha técnica y era elegante, pero era muy joven y necesitaba minutos, por eso salió cedido en 1999 al Málaga C.F.
Allí dejó muestra de su clase, cuando todavía los futbolistas iban con botas negras y se llevaban las tallas anchas (como podemos apreciar en el cromo). Después volvió a Mallorca, para deleitar con su juego de artista y colaborar para que los baleares se clasificaran a la Champions League, algo histórico. Entonces le llamó Camacho, que le convocó para el mundial de 2002.
Tras el mundial, fue traspasado al Deportivo de la Coruña, donde coincidió de nuevo con un viejo amigo, Diego Tristán, al que ya conocía del filial del Mallorca, los dos juntos darían grandes tardes en Riazor.
Por aquella época se recuerda su sonrisa en cada gol, que celebraba con un gesto de torero.
Consagrado en España, probó suerte en la Premier, en el Newcastle United, donde no tuvo fortuna con las lesiones. Después partió a los Países Bajos, para vestir la camiseta de un clásico como el Ajax de Amsterdam. Finalmente se retiró en el Málaga en 2011.
En 2014, se le acusó de insultar de forma machista a una directiva del Lleida, mandándola a la cocina “Vete a la cocina. Yo con mujeres no hablo”, fue lo que supuestamente dijo cuando era entrenador del club ilerdense.
Después se pasó a comentar la actualidad del fútbol moderno y en 2022 ya tiene su despacho. Si quieres saber cómo es Albertito dale un carguito, y el tipo ya ha hecho declaraciones que no gustan ni a las mujeres ni a los aficionados de equipos modestos. Mejor callado.
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