Nació en Buenos Aires un 4 de julio de 1926, y jugó mucho en la calle, con cualquier cosa, y en el Club Social y Unión Progresista hasta que el Club Atlético River Plate le citó para una prueba en 1944. No tardó en deslumbrar con su elegancia con la camiseta de la franja.En 1949, aceptó una gran oferta del fútbol colombiano, y fichó por el Club Deportivo Los Millonarios de Bogotá. En aquella época, la Federación Colombiana no estaba suscrita a la FIFA, pero en su campeonato jugaban los mejores futbolistas de América. Allí jugó hasta 1952 deleitando con su clase y sus goles. Entonces se fijaron en él Real Madrid y Barcelona, y se vivió un auténtico culebrón y una batalla por ficharle, siendo posiblemente el fichaje más polémico de la historia. La FIFA consideraba ilegal el campeonato colombiano y por ello no quedaba claro con quién había que negociar su pase, si con Millonarios o con River, o con los dos. Al final, y cuando parecía que el Barcelona se había anticipado a la jugada, Di Stefáno fichó finalmente por el Real Madrid.
Y cambió la historia del club merengue, con sus clases magistrales de control del balón e inteligencia futbolera. Sus movimientos, su percepción del juego, su visión y su creatividad que nunca antes se habían visto en un terreno de juego. Estuvo 11 temporadas en el club blanco, ganó las primeras cinco Copas de Europa de forma consecutiva que convirtieron al Real Madrid en el mejor club del mundo. Además ganó también una Intercontinental, dos Copas Latinas, ocho Ligas y una Copa de España.
Jugó muy poco con la selección argentina y con la española, y a la Saeta Rubia no le hizo falta lograr ningún mundial para ser considerado el mejor futbolista del mundo.En 1964 puso rumbo a Barcelona, pero al Espanyol, y en el club perico colgó las botas porque sus hijas le dijeron que “Papá, calvo y con pantalones cortos, no quedas bien”.
Dejó de jugarlo pero siguió ligado al fútbol. Entrenó al Elche, a Boca, al Valencia, al Castellón, al Rayo Vallecano, a River Plate y al Real Madrid, donde también fue presidente de honor.En un fútbol plagado de ridiculeces, de futbolistas que fingen, de teatros y de mentiras, se echa de menos los comentarios breves y directos que tenía Don Alfredo, hombre de fútbol sincero. Nos dejó mucho fútbol, la huella de su carácter inolvidable y la sabiduría de sus frases:
“Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”.
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