El Covid se llevó ayer al maestro de maestros, el viejo Carlos Timoteo Griguol a los 86 años de edad.
Nació el 4 de septiembre de 1934 en Las Palmas, Córdoba (Argentina) y jugó profesionalmente al fútbol en Atlanta y en Rosario Central, durante las décadas de los 50 y 60. En 1959 conquistó con la selección argentina el campeonato sudamericano de selecciones (lo que hoy es la Copa América) nada más y nada menos que contra el Brasil de Pelé.
Pero sus mayores reconocimientos los obtuvo como entrenador, dejó su huella en varios clubes, pero sobre todo en Ferro, Gimnasia La Plata y Rosario Central, y sus equipos llevaban siempre su inconfundible sello de identidad, basado en táctica, y disciplina. Fue un avanzado a su época, que tuvo bajo sus ordenes a grandes futbolistas que se convirtieron después en sus discípulos ya como entrenadores, así, a bote pronto nos viene a la cabeza Carlos Aimar, aquel simpático argentino que entrenó a Celta y Logroñés, y siempre llevaba una bufanda y golpeaba el pecho de sus futbolistas antes de pisar el terreno de juego.
Hizo campeón a Rosario Central en 1973 y a Ferro en el 82 y 84. En 1999, cargado de reconocimiento y cubierto siempre con su elegante boina, llegó al Real Betis, aunque no pudo pacificar ni lograr buenos resultados en un vestuario que echaba chispas. Fue la única vez que entrenó en Europa.
Unos años después, en 2004, se sentó por última vez en un banquillo, en Gimnasia y Esgrima La Plata.
En la sede social de Ferro tiene una estatua, pero su legado , es mucho mayor: Kempes, Ruggeri, Troglio, Pekerman, Passarella, Menotti… todos en su país tienen alguna anécdota con Carlos Timoteo. Un amante del teatro, el buen humor y el fútbol, un maestro que hoy descansa en paz.
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