Sergi Aljilés
“Las leyendas crean a veces la realidad, y resultan más útiles que los hechos”
Salman Rushdie.
Leyendas, por haberlas, hay muchas. Y más en el ámbito del futbol. Las hay positivas, y negativas, mal llamadas negras, y en el caso que nos ocupa, al menos desde mi innegable visión valencianista de la misma, agridulces.
Francisco Javier Farinós Zapata nació después de fallas del año 78, en el valencianísimo barrio de Sant Jordi, más conocido como La Torre. Y a fe de los que lo vieron en el campo de juego, sí que parecía un Sant Jordi. Su buen juego y pundonor destacaron en el Mestalleta (filial del Valencia), lo que hizo que Valdano, que ocupaba el banquillo de los ches en la 96/97, le diera la oportunidad de debutar con el 31 a la espalda. Tanto se habló de esas primeras actuaciones que, desde ese momento, para el imaginario de Mestalla, pareciera que las nuevas perlas tenían que debutar con ese dorsal. Un debutante cualquiera no osa quitarle el balón a la estrella de su equipo (el burrito Ortega) a la hora de tirar un penalti. Obviamente, no lo tiró, pero ahí queda eso, una declaración de intenciones en toda regla. Aunque aún compaginó alguna aparición en Segunda B con el filial, Fari ya pasó a formar parte de la primera plantilla.
Fue con la llegada de Ranieri al València cuando Farinós se convirtió en pieza fundamental para el esquema del italiano. La media de aquel equipo, formada además por Milla y Mendieta (casi nada), carburaba perfectamente. Con el 8 a la espalda, recuperaba, daba pases al espacio para un Piojo López inspiradísimo, sus lanzamientos de faltas laterales a media altura, muy completo. Con él en el once, los valencianistas que éramos muy jóvenes para recordar a los Kempes y Carrete de finales de los 70 y habíamos crecido en el hierro de la temporada en Segunda, y las grandes plantillas que acariciaban metal, pero no lo tocaban, por fin lo vimos. Intertoto 98, Copa de España 99, Supercopa de España 99 y aquella Champions con Cúper en la que campeonamos por Europa hasta jugar la final y perder estrepitosamente.
Después de eso, llegaron las despedidas. “Me voy a jugar a Italia, a guanyar diners de veritat”. Lo que el aficionado no supo en ese momento es que la política intervino, y cambió la historia, de rossonero a neroazurro. Una conversación “distendida” en las altas esferas, (¿Qué te parece ese 8 del Valencia, José Mari?, es bueno, pero muy bajito, Silvio), lo cambió todo. Y no solo su carrera deportiva, también como quedaría marcado su recuerdo en el imaginario mestallista, pues a los 2 años de esto, en la copa de la UEFA, cuartos de final, se enfrentarían Valencia e Inter.
Como decíamos, las leyendas a veces son negativas. Desde luego que para Farinós su paso por el Inter más que leyenda fue de pesadilla. En su primera temporada transalpina se pasó 13 meses lesionado. Pero estaba listo y en forma para la eliminatoria contra su exequipo. Estaba en el once, en el 1-1 del Giuseppe Meazza y para la vuelta en Mestalla, donde llevábamos 33 partidos europeos sin perder.
Ambiente de las grandes noches europeas en Mestalla. El equipo de Don Rafael Benítez iba como un tiro en ese año 2002 hacia el título de Liga, y después de 2 finales de Champions perdidas, también se quería ganar por tercera vez la antigua copa de Ferias. Pero todo se torció desde los primeros compases del partido, en el minuto 2, gol de Ventola. Héctor Cúper nos conocía muy bien y no fue casualidad. Su forma de entender el futbol nos llevó a dos finales y ahora lo padecíamos en nuestras carnes. Leyenda.
A partir de ese gol, el partido fue un monólogo atacante del Valencia, comandados por Aimar y Vicente. Si esa noche hubo una verdadera leyenda en el campo fue el extraordinario portero Francesco Toldo que paró todo, todo menos un gol anulado a Mista en el 80. Esta leyenda negra se agrandó al año siguiente, pero como decía aquel, eso ya es otra historia…
Al minuto 89 expulsión del portero visitante con los tres cambios realizados. Este que os escribe se frotó las manos desde mi vieja localidad de numerada 4 cubierta. Di Biagio era el señalado para comerse el marrón de ponerse los guantes, pero le entró el canguelo, y Farinós ocupó su lugar. Se puso la zamarra de Toldo (3 o 4 tallas grande le venía) y ante el estupor y griterío en las gradas se dirigió a la portería del gol xicotet. La determinación mostrada en el penalti con el Burrito que nos causó gracia y satisfacción ahora se tornaba en nuestra contra. Y vaya si se giró. A la primera de cambio zambombazo desde fuera del área de Fabio Aurelio y parada en 2 tiempos del “guardameta”. Los cerca de 5 minutos que estuvo bajo palos no cometió ningún renuncio y llego el pitido final. Desolación en las gradas y abrazos interistas a Farinós.
La siguiente temporada Farinós se convirtió en jugador groguet , y con el Villarreal marcó en la primera victorial del conjunto de la Plana en Mestalla. Luego volvió al Inter, después a Mallorca, donde estuvo dos años, siempre cumpliendo, pero nunca volvió a alcanzar su nivel óptimo. Hércules (donde alcanzó el ascenso) y Levante UD, donde se clasificó, por primera y única vez en la historia del club granota, para Europa. Pero esa temporada la jugó casi toda infiltrado, y tras sendas intentonas en Orriols y El Madrigal, colgó las botas a los 36 años.
Farinós fue Leyenda, para el Levante, para el Hércules, donde jugo casi tantos partidos como en el Valencia. Para el futbol valenciano, porque jugo en los más grandes, con permiso de Elche y Castellón. Pero para el Valencia CF fue algo más. Fue de los que nos hicieron soñar, soñar que no tenemos techo, que con nuestra camiseta si se puede tumbar gigantes… y de las pesadillas. Si entra un gol y vamos a la prórroga en aquel partido, seguramente el doblete del 2004 hubiera sido el segundo. Nunca lo sabremos.

Sergi Aljilés
Presidente de la Penya Valencianista “Colla Blanc-i-Negra”.
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