Desde Tailandia hasta Burgos (con amor)

Andrés Almarza

Han pasado veinte años, ¡y menudos añitos! por fin… los herederos de la tierra del Cid podemos sacar pecho y gritar orgullosos, “¡somos de Segunda División!”

De Ceuta a Bilbao, de Pendín a Berjón, de Cuyami “Lehendakari” a Juanmita (por favor, quédate) de Tito a Barovero, en fin… ¡del infierno a la gloria!

Contaba yo todavía con siete primaveras aquella tarde de junio de 2001, vagos, pero sin duda imborrables recuerdos de mi entonces joven mente. Tras esconder rollos de papel higiénico de casa de mis abuelos para que teñir de blanco el verde del Plantío y hacer añicos los periódicos locales para conseguir un barato (y chapucero) confeti blanquinegro, mi primo Jose Pablo nos recogió a mi hermano Antonio y a mí, encaminándonos a El Plantío para ser testigos de una batalla que en ese momento desconocíamos que cambiaría nuestras vidas.

Reconozco que ignoraba la importancia de aquel encuentro, para un burgalés como yo era la perfecta excusa para saltarse la tarea, pasar un buen rato en familia, (morirme de frío) y por supuesto comer tantas pipas como pudiese. Pero algo era diferente aquel día… no parecía otro partido cualquiera de la división de bronce.

Tras momentos de euforia, confusión y algún que otro cántico inapropiado para un chico de mi edad (¿quiénes eran las p***s de cabaré, y por qué comparaban al portero visitante con ellas?). Hasta que se hizo la luz, llegando en aquel momento lo que pasará de generación en generación, de blanquinegro a blanquinegra, EL GOL DE PENDÍN.

Pitado el final, y antes de poder darme cuenta allí estaba, a hombros de mi primo (si mi pobre madre se enterase), saludando y abrazando a esos héroes en bermudas, idolatrados e inalcanzables para un niño de mi edad hasta ese momento.

Pasó el verano, y por fin debutamos en el fútbol profesional. De aquel año tengo fantásticos y sempiternos recuerdos: victoria en el debut contra el Poli Ejido, liderato en la jornada 5 (o 6), paliza al Numancia en casa, día de Reyes contra el Atleti… y algún otro no tan bueno: el niño Torres bailándonos en nuestra propia casa, la interminable racha de empates a cero, nuestra horrorosa segunda vuelta… pero nada comparado con el mazazo que estábamos a punto de recibir semanas después de certificar la permanencia. El temido descenso en los despachos por no convertirnos en SAD aquel año.

¿Alguna vez habéis intentado explicar lo que es una SAD (Sociedad Anónima Deportiva) a un niño de 8 años? Ni os molestéis, no merece la pena. 

Incrédulo, confuso y destrozado veía cómo un pedazo de mi vida se derrumbaba, y eso que aún desconocía que esa tortura duraría 20 años.

Atrás quedan las fallidas fases de ascenso: Algeciras, Extremadura, Alcoyano… y ¡ay! esos malditos filiales, quién les mandará…

Hoy en día, desafortunadamente vivo a más de 10.000 kilómetros de mi tierra, concretamente en el país de la eterna sonrisa, Tailandia, y ayer a las 3 de la mañana a grito pelado celebré el ansiado ascenso con mi familia, la de sangre y la blanquinegra, por fin el sueño se había hecho realidad, el retorno de los infiernos tras más de 7.000 días de ausencia.

¡AÚPA BURGOS!