Diego Armando Maradona

60 años cumple el Diego, el Dios, el Diez, el único. Maradona es el número uno y punto. Porque nunca nadie ha llegado a ser el mejor del mundo y ser algo más que el mejor del mundo. Porque nadie ha sido tantas veces comparado con los mejores, porque nunca nadie ha sido motivo de tantas canciones, porque nadie nunca ha sido el objetivo de tantas fotografías bellas, porque nunca nadie ha sido tan perseguido, tan amado y tan necesario. Porque ver un partido de Maradona, era ver a Maradona, el único gran futbolista de la historia que ha logrado ser algo más que un futbolista.

Porque al Diego lo endiosaron desde pequeño por tener unos dotes nunca antes vistos, y él, que nació y creció en un barrio humilde, pobre, y cruel, se acostumbró a recibir el cariño de la gente con la que siempre se sintió en deuda. Y creyó ser Dios, o al menos con la capacidad de ser la voz que representara a su pueblo, y a la humanidad. Criticaba cuando había que criticar, a compañeros desleales, a técnicos traicioneros, a presidentes corruptos, a políticos mentirosos, a Havelange, a Pelé, a Margaret Thatcher… al Papa. Nosotros, todo el mundo del fútbol, le dimos ese poder.

Diego Armando Maradona fue un futbolista excelente, un líder nato, cuyo momento cumbre llegó en el verano de 1986 cuando tiró del carro para hacer a Argentina campeona del mundo de manera lícita, y con la mayor exhibición de un solo futbolista que se ha visto nunca en la historia de los mundiales. El gol a Inglaterra con la mano enfureció a los ingleses con todo merecimiento por la herida causada en la guerra de las Malvinas. El gol meándose a todo inglés que saliera a su paso los remató en la rabia. Así era el Diego, en aquellos 90 minutos escenificó todo lo que era ser un Maradona. Y terminó ganando el mundial, escribiendo las mejores páginas del gran libro del balón porque no se puede hablar del fútbol sin hablar de Maradona.

Debutó en Primera en 1976 (con todavía 15 años) con Argentinos Juniors. Con el Bicho de La Paternal estuvo excelso, nunca se había visto nada semejante, goles increíbles, regates de fantasía, y sobre todo, alegría y pasión en cada acción de un Diego que tenía un fútbol obrero, de calle y descampado, enérgico y travieso con el que el público quedaba hipnotizado. Tras marcar goles como churros pasó a Boca Juniors en 1981, y comenzó otra historia de amor apasionado. Sus locuras en La Bombonera provocaron que el Barcelona pagara una gran cantidad de dinero para conseguir su firma antes del mundial de España 82. No le fue bien en aquel mundial, tampoco salió todo como se esperaba vestido de azulgrana. Destellos de crack tuvo, goles y jugadas para el recuerdo dejó también, pero su carrera quedó marcada por la lesión que le causó una dura entrada de Goicoechea y por la tangana que él provocó tras el pitido final de la final de copa de 1984 frente al Athletic Club. Sancionado tras aquella polémica, se optó por dar salida a un futbolista tan excelente como polémico, y su destino fue Nápoles.

“Quiero convertirme en el ídolo de los pibes pobres de Nápoles, porque son como era yo cuando vivía en Buenos Aires”

El futbolista único e irrepetible ligó en seguida con el carácter de la gente del sur de Italia. En el Napoli se consagró como el mejor futbolista del planeta y no le hizo falta ganar ninguna Champions para ello. La satisfacción de ver su magia en el campo era mucho mejor que cualquier trofeo, que también los ganó, consiguió la proeza de lograr dos scudettos, una Copa de Italia y una UEFA que sin Maradona el Napoli nunca hubiera podido soñar. Ente medias, el gran mundial de México 86. Pero todo se torció también en Italia, en el mundial de 1990 la selección argentina venció en semifinales a la anfitriona Italia en el estadio San Paolo de Nápoles, donde se idolatraba a Maradona y donde la gente iba con su líder. Para la final de Roma, el público italiano fue un clamor contra el Diego y contra su Argentina, y el astro terminó llorando.

Paralelamente al fútbol, Diego Maradona fue un cocainómano encerrado en su personaje. Hasta que llegó el momento en que su adicción era tal que no pudo separar a los dos Maradonas. Le pillaron, y fue condenado, convirtiéndose en el ángel caído del fútbol, y de la sociedad. Intentó recuperarse en Sevilla, donde su temporada fue otra montaña rusa, y en 1993 volvió a Argentina intentando de nuevo recuperarse a sí mismo. Se fue Newell’s, y se esforzó muchísimo para llegar al mundial del 94, la albiceleste lo pasó mal para clasificarse y la llegada del mejor de todos contagió a un equipo dañado tras un histórico 5-0 de Colombia. Llegó y venció, y pudo ir al mundial de los Estados Unidos con la moral a tope, y con unas ganas tremendas de callar al mundo. Pero meó, y le terminaron cortando las piernas, y sacando de los terrenos de juego de una manera vergonzosa. Su positivo fue una enorme decepción para el fútbol. Volvió a su Boca donde coincidió con su amigo Caniggia, se pintó el pelo y combinó excentricidades propias con momentos de buen juego y detalles de crack. Finalmente se retiró en 1997.

“La pelota no se mancha”

Todo lo que le dio el Diego a la gente lo dio a través de la pelota. Tras su retirada, ofreció al mundo una imagen cada vez más deteriorada y una espiral de buenos y malos momentos salpicados siempre por polémicas y problemas generados por sus adicciones. Logró recuperarse, ejerció de seleccionador argentino en el Mundial de 2010, el que parecía escrito que ganaría junto a Leo Messi, el único que ha despertado su fervor dentro de un terreno de juego. Hoy el Diego sobrevive, le cuesta andar, no se le entiende si habla y cada cierto tiempo nos obsequia con imágenes osadas que él solo puede permitirse, sus excesos y ese su culo bailongo, Maradona sigue a pesar de todo, espérate lo mejor, espérate lo peor.

Diego Maradona. Cromo Panini 86