El calor del momento

Setgi Aljilés

“Era el calor del momento, diciéndome lo que tu corazón quería decir, el calor del momento brilló en tus ojos”

Heat of the moment-Asia.

Parafraseando a la voz en off de la famosa y genial película “El Gran Lebowski” de los hermanos Coen, después de vivir en València toda mi vida y estar aquí para contarles esta historia, supongo que he visto cosas tan extrañas como las que se ven en otros lugares y, además, sucedieron en mi idioma, así que puedo morir con una sonrisa en los labios y sin sentir que el Señor no fue justo conmigo.

Esta historia que voy a contarles tuvo lugar nada más comenzar el siglo, justo cuando el València volvía a campeonar. Solo lo menciono porque a veces hay un hombre…bueno…un hombre que es perfecto para su época y su lugar. Alguien que encaja perfectamente, y ese hombre es Gerard en el València de Cúper. Y aunque fuera joven y fino, tal vez el más fino de toda Catalunya, y eso lo pone muy alto en el campeonato mundial de finos. Pero a veces hay un hombre que es el hombre del momento. Y ese fue Gerard el 5 de abril del año 2000.

Gerard Lopez Segú, nacido en Granollers, llegó al València en el verano del 97 con 17 años, debutando en primera a las órdenes de Jorge Valdano. La destitución del mismo y la llegada de Ranieri lo condenó al banquillo y al ostracismo en una media copada por los Milla, Mendieta y Farinós. A pesar de su fino toque de balón, fruto de La Masia, una cesión fue la acertada decisión del staff técnico del club. Vitória y el Alavés su destino en la 98/99. Su fina planta la conservó, pero mejoró y adquirió experiencia, bregando en el equipo vasco, del cual volvió al Túria mucho más hecho física y mentalmente. Se fue el chaval y volvió el hombre, solo nos falta el momento.

Volvió a un equipo que había ganado la Intertoto y la Copa después de 19 años sin tocar metal, un equipo con nuevo entrenador, Hector Raúl Cúper, que llegaba de un Mallorca con el que hizo historia y que rozó el cielo europeo en la añorada Recopa, volvió para ganar la Supercopa de España al Barça centenario, saliendo al camp Nou en el minuto 76 por Angulo, viviendo la vuelta de honor de aquel empate a 3 con goles valencianos. 

Poco a poco se fue ganando la confianza del míster, con trabajo no exento de calidad, en una media plagada de figuras, muchos veíamos en Gerard un hibrido entre Guardiola y Fernando, calidad en el toque y llegada a gol, casi nada. Pero como decíamos, nos falta el momento, y ese fue europeo.

Por segunda vez, el València jugaba la vieja Copa de Europa, ahora rebautizada Champions, donde podían entrar los 4 primeros de la Liga abriendo paso a la aristocracia europea. El que ahora os narra esto jamás pensó ver a su equipo en la máxima competición europea, lo que menos me esperaba era la trayectoria que realizó. Ronda previa y 2 liguillas de clasificación, todos los rivales fueron cayendo en el embrujo de un murciélago que volaba alto, muy alto por Europa. Hapoel Haifa (aquella camiseta de rayas horizontales), Glasgow Rangers, Bayern de Munich, Psv Eindhoven (que gol del Piojo), Manchester United, la Fiorentina de Mijatovic, Girondins de Burdeos. Y al llegar a cuartos, la bomba, la Lazio de Roma. La ida, Mestalla, 5 de abril, el momento.

El club laziale, era uno de las escuadras punteras de ese momento. Un once hecho a golpe de talonario, con “monstruos” como Nedved (que ganaría el Balón de oro en pocos años, ya en la Juve), Simeone, Verón, Stankovic, Almeyda, Inzaghi, Marcelo Salas, Negro, Pancaro, Ballotta bajo palos (que buenos son los porteros calvos, y como los añoramos). En la parroquia mestallista se veía la eliminación como algo posible, se especulaba con una eliminatoria de marcadores cortos y a cara de perro. Pero ese día era el momento de Gerard, flanqueado por los Cañizares, Djukic, Pellegrino, Anglomá, Carboni, Farinós, el Kily Gonzalez, Angulo, Juanito Sánchez y el Piojo con el brazalete de La Senyera.

Un Mestalla ya bizco en obras, pero con la general de pie norte aun on fire, iba a vivir una noche gloriosa. Un partidazo. Al primer minuto, tras el picotazo del Piojo y gran despeje del arquero italiano, Angulo remachó el 1-0. El momento estaba en marcha cuando, en un contraataque fulminante, tras taconazo de Sánchez, Gerard encara a Negro, recorta al borde del área, y marca de tiro cruzado. Minuto 3 y ya 2-0.

La Lazio no había llegado a cuartos por casualidad, ni jugaron un mal partido, como así demostraron en el 2-1. Verón envió un pase con su exterior de muchos quilates por encima de la defensa, Nedved de zurda al corazón del área e Inzaghi para dentro, todo al primer toque, espectacular. Pero era el momento del València y de Gerard, cuando a centro del Piojo, remató de cabeza el 3-1 en el 39 de partido.

La media parte se nos pasó en un suspiro a las 40.000 almas que asistimos al partido arrastrados por el calor del momento. Asia sonó en megafonía subrayando lo que acontecía en el verde. Los de amarillo, pues así jugaron los laziale, iban a vender cara su derrota, y en la segunda parte se igualaron las cosas. Grandes jugadas por parte de los 22 jugadores nos hicieron disfrutar de la sensación de estar viviendo un partidazo irrepetible, que el hombre del momento rubricaría con un hat trick en el 79. 4-1.

Marcelo Salas, marcó uno de los goles más de 9 puro que yo he visto. Balón llovido al área, lo pincha con la puntera y cayéndose, sin que toque el césped, lo emboca a gol por debajo de las piernas de Cañizares, que había salido a la porfia.4-2. Solo faltaba el gol del capitán, el gol del Piojo, en velocidad, en el minuto 90, tiro cruzado marca de la casa, cerrando el histórico momento con el 5-2. El árbitro solo tuvo que pitar para no ensuciar con descuentos innecesarios el momento.

Grandes recuerdos, con grandes jugadores en un gran encuentro, pero el recuerdo pertenece a Gerard, el hombre que fue el hombre del partido. El momento por el que persiste siempre en la memoria del valencianismo. La imagen del fino catalán corriendo con los brazos abiertos es el momento del València que campeonó por Europa, hasta llegar a la final de París.