El 20 de mayo de 1981, el Ipswich Town de Bobby Robson logró ganar la Copa de la UEFA.
Pocos entrenadores hemos visto tan respetados como Sir Bobby Robson. Sí, aquel entrenador inglés que llegó al Barcelona con la intención de hacer olvidar a Johan Cruyff a mitad de los años 90. No vino solo, un tal Jose Mourinho lo acompañó como traductor en su aventura catalana. Muchos años antes Bobby Robson fue un estupendo futbolista del Fulham y del West Bromwich Albion, e internacional con la selección inglesa.
Cuando colgó las botas pasó a sentarse en los banquillos, y revolucionó el fútbol inglés en su etapa como entrenador del Ipswich Town. Llegó a The Tractor Boys (como se conoce al Ipswich Town) en 1969 y en las primeras temporadas no le fue muy bien. Pero en el fútbol de antes no se echaba al entrenador por perder tres partidos seguidos y menos en Inglaterra. El presidente del club, John Cobbold, se convirtió en su amigo y en su principal valedor, y con paciencia y confianza Bobby Robson construyó un equipo que ganó en 1978 la FA Cup al Arsenal, y que en 1981 lograría su primer y único título internacional: la Copa de la UEFA, en un año sensacional en el que también fue subcampeón de Liga.
Empezó su andadura jugando contra el Aris Sálonica FC griego. Sabedores de que en Grecia en aquellos tiempos te podían hacer una buena encerrona, el equipo inglés lo dio todo en Portman Road, su viejo estadio, donde arrolló a los griegos con un 5-1, jugando con buenas rentas en Salónica donde cayeron por 3 a 1.
En segunda ronda volvieron a hacer de su casa un fortín contra el Bohemians de Praga, al que ganaron por 3-0, perdiendo en la vuelta en Checoslovaquia por 2 a 0.
En octavos, los polacos del Widzew Lodz que venían con la moral alta por eliminar a la Juventus, fueron sometidos en Portman Road por 5 a 0, y quedando la eliminatoria de nuevo sentenciada gracias al efecto escénico de su estadio. En Polonia se perdió 1 a 0.
En cuartos tocaba enfrentarse a un equipo que era un grande en aquellos tiempos: el Saint-Etienne, el equipo más laureado de Francia (en 2018 lo sigue siendo) que en sus filas llevaba a Michel Platini, Johny Rep o Patrick Battiston. Un equipazo que unos años antes a punto estuvo de ser campeón de Europa (1976).
Pero los de Robson ese año eran un rodillo, y vencieron 1-4 en Francia y 3-1 en Ipswich, clasificándose a las semifinales de manera brillante.
En semis lo típico: Un hueso alemán, el Colonia, equipo que en aquella UEFA había eliminado al Barça en segunda ronda humillándolo 0-4 en el Camp Nou. Pero que no fue rival para el Ipswich Town, al que le ganó los dos partidos por 1-0.
Casualidades del fútbol, el Ipswich Town eliminó a Battiston del Saint-Etienne y acto seguido a Harald Schumacher del Colonia, estos dos no tardarían en protagonizar uno de los momentos más recordados de los mundiales, pero eso es otra historia.
Para la final esperaba un equipo más asequible en teoría. Un desconocido club de los países Bajos, el AZ Alkmaar, que también había hecho una gran competición, pero que había tenido algo más de suerte en los cruces.
El Ipswich Town jugó el primer partido de aquella final en casa, en el campo donde arrollaba a sus rivales, en un Portman Road inexpugnable, imponiéndose con claridad por 3 a 0. En la vuelta, disputada en el Estadio Olímpico de Amsterdam, se perdió por 4-2, resultado que daba el título a aquel sorprendente Ipswich Town.
John Wark, un talentoso centrocampista escocés que encarnó a uno de los prisioneros en la mítica película Evasión o Victoria, brilló en aquella UEFA marcando 14 goles. Pero el equipo de Sir Bobby Robson destacó sobre todo por tener una idea de juego que ejecutaba con gran intensidad, un sistema de juego que inspiró a Javier Clemente para formar un Athletic Club que lograría ser campeón de Liga y Copa en España.
Precisamente el Athletic Club que siempre tuvo afinidad con el fútbol británico intentó contratar a Robson en 1979, pero el Ipswich Town hizo todo lo posible para retener a un entrenador que le dio la gloria europea y por el que mandó construir una estatua que luce en las afueras de Portman Road.
Volviendo a Javier Clemente, pocos saben que estuvo cerca de un mes en Ipswich aprendiendo del maestro Bobby Robson, que le impartió buenas enseñanzas tanto en metodología de trabajo como en sistemas tácticos, y el de Barakaldo comentó lo siguiente en una entrevista para El País en 1983.
“Me impresionó el trato que recibí en Ipswich, y Robson me dedicó todo el tiempo que pudo, a pesar de ser un hombre muy ocupado. En el club, él lo hacía casi todo, y era increíble ver la cantidad de horas que trabajaba. Allí, al margen de ocuparse de la plantilla, el entrenador controla toda la administración del club”. Pero lo más importante, es que allí vi un sistema de juego diferente, que me gustó. Tuve tiempo para estudiarlo y para discutir con Robson las ventajas y desventajas. Fundamentalmente, éste es el esquema de juego que, hace dos años, empecé a aplicar en el Athletic. Fue una experiencia decisiva”.
“En Ipswich, lo que más me llamó a atención fue el esquema defensivo. Básicamente, se trata del manejo eficaz de la defensa dentro de un estilo de juego netamente ofensivo, buscando siempre la manera más efectiva para iniciar y apoyar el ataque. Si en nosotros ha tenido un efecto bastante positivo es porque se trata de un estilo que les va muy bien a mis hombres. No creo que sea un sistema para adoptar por muchos clubes españoles, porque depende mucho de las características de los jugadores, y hay que ser bastante listo para asimilarlo bien”.
Su hazaña con el Ipswich Town le valió a Sir Bobby Robson ser elegido seleccionador inglés. Y en 1990 llevó a Inglaterra hasta las semifinales del mundial de Italia, cayendo ante Alemania en los penaltis.

Texto Odio el Fútbol Moderno (Editorial Planeta 2018)
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