El Milan de Arrigo Sacchi

Pedro J. Lendínez

“Cómo defiende este equipo, parece el Milan de Arrigo Sacchi”, decía algún comentarista mientras jugábamos al FIFA de la época cuando uno de los conjuntos plantaba un autobús del tamaño del Maracaná. Por ello conocerán los más jóvenes a una leyenda del balompié como es el propio Sacchi, nacido en Fusignano, Italia, un año después de finalizar la II Guerra Mundial. Aunque los mayores conocerán su legado por la herencia transmitida al deporte rey, donde tuvo un papel clave desde el banquillo (como entrenador, claro).

Y es que como si de Galeano se tratara, Sacchi intentó por todos los medios lograr su objetivo a pie de campo, debutando en el equipo de su ciudad natal, el Fusignano CF como defensa central, por supuesto, para recaer en el Bellaria y finalizar su etapa como jugador en el año 1979, dejando una frase para el recuerdo en la que resume su etapa como futbolista. “Dejé de jugar al fútbol con 19 años porque enseguida comprendí que nunca sería un campeón”.

Así, tras dos años en los que se propuso estudiar, investigar y comprender la técnica que mantiene el puro fútbol, fichó por el Cesena para dirigir a sus categorías inferiores. Tras conseguir algún éxito fichó por el Rimini de tercera división, y en la temporada 83/84 fichó por los juveniles de la Fiorentina para volver al año siguiente al Rimini, y dar paso a lo que fue su catapulta como entrenador, el Parma.

Con los cruzados logra su primer gran triunfo en el fútbol nacional, el ascenso de su club a la Serie B, que le llevó a encontrarse con el Milan en octavos de final de la Copa de Italia, a los que vencería por un tanto a cero en un encuentro a ida y vuelta. Este hecho maravilló al mandamás del conjunto rossonero, un tal Silvio Berlusconi que llegaba a la ciudad para otorgar al equipo de una nueva gloria. 

  • “¿Cómo se llama el entrenador del Parma?” 
  • “Arrigo Sacchi”
  • “¿Arrigo qué?”

Así conocería el polémico Silvio a Sacchi, y así se convertiría en el nuevo técnico del Milan allá por 1987, donde perfeccionó su técnica de defensa en zona y la habitual presión tras pérdida actual sumada a la presión de los delanteros cuando el esférico se mantenía en la zona caliente rival. También implementó su más que personal 4-4-2 en una época donde los cinco centrales con algún líbero era ley. Un tándem sumado al pastizal que Berlusconi se dejó en futbolistas para armar su equipo  de ensueño, liderados por Maldini, Costacurta, Baressi, Tasotti y Ancelotti con sus tres holandeses, Rijkgaard, Gullit y Van Basten, todo un equipo de leyenda que para muchos fue uno de los cinco mejores conjuntos de la historia.

Y es que si Rinuls Michels maravillaba en su Selección con la Naranja Mecánica, Sacchi no podría tomarlo más que como influencia para confirmar su dominio en el ámbito de club.

De esta manera chocó de frente con el Napoli de Maradona, al que le consiguió levantar Liga y Supercopa. Al año siguiente La Quinta del Buitre tampoco fue rival en Copa de Europa para imponerse como campeón, y no en una ocasión, sino dos veces consecutivas, dejando su nombre para la historia de este deporte.

Aunque toda bonita historia tiene un fin, y Sacchi se despidió de un conjunto prácticamente cansado de ganar en su cuarta temporada con una bonita metáfora, y es que intentando la tercera orejona consecutiva, mientras perdía por 1-0 ante el Marsella, las luces del estadio se apagaron y el conjunto se negó a volver a jugar una vez solucionada la avería, por lo que perderían la eliminatoria y serían vetados el próximo año. Tras aquellas luces apagadas Sacchi dejaría el club para ser seleccionador italiano desde el 91 al 96, perdiendo una final del mundo en los penaltis ante la Brasil de Bebeto, Romario y compañía para después volver al Milan, pasar por el Atlético de Madrid y recordar viejas sensaciones con el Parma.

También intentó su papel como director deportivo en el Real Madrid, aunque el proyecto fracasado de Vanderlei Luxemburgo propició su dimisión, siendo esta su última etapa profesional.

De esta manera contribuyó Sacchi a lo que hoy conocemos como fútbol italiano, cuyo legado lo tomó Fabio Capello en el Milan. De sus futbolistas tanto Ancelotti como Rijkgaard han sido campeones de Europa siendo técnicos, por lo que la rúbrica del bueno de Arrigo sigue marcada a fuego en el fútbol actual, y no cuando un equipo se encierra olvidándose del buen trato del esférico, sino aportando conocimiento al juego con un sistema rompedor a día de hoy inigualable.