Miquel Sanchis
Con el viento a favor encaramos un marzo, un abril, un mayo y un junio, muy diferentes a estos tétricos meses que nos ofreció el ya pasado 2020. Con el viento a favor, y con la llegada de la primavera, muchos niños, y yo también, hemos vuelto a disfrutar de las competiciones en el fútbol base. Sí, volvió el fútbol de verdad el pasado sábado en Catalunya (supongo que también en más lugares) y la alegría fue inmensa para todos más allá de los resultados. Con la sonrisa de un niño comencé un fin de semana de felicidad futbolera, pues también aquí se puede ya entrar en la mayoría de campos modestos, emocionado era poco.
El domingo quise retomar el gusto del aroma a cuero y grada, y esta vez desde mi humilde casa, terminé rápido mis tareas domingueras para centrarme en un partido que prometía, el Tudelano-Calahorra, que decidiría al campeón del Grupo II-subgrupo B de la categoría de bronce. No había mejor plan antes de salir a tomar algo, que ya se puede hacer también sin el estrés de cumplir franjas horarias. Me centré y me adentré en el vetusto Ciudad de Tudela, todo un coliseo de la categoría, que recuerda a un pequeño teatro romano con su curva grada de piedra, una encantadora tribuna y unos cuadrados y estrechos banquillos en los que se aposenta mucho fútbol desde hace décadas. En sus extramuros, se aprecian montañas y árboles, y por lo que sucedía el domingo en el terreno de juego, se intuían fuertes ráfagas de viento.
Este viento marcó el duelo entre los colíderes de la categoría que iban a sellar la clasificación en la última jornada con el honor del campeonato en juego. Ambos comenzaban igualados, aunque el empate le valía a los locales.
Y fueron los navarros los que desde el principio parecían más dispuestos a sentenciar el choque, alentados por su público desde las toscas gradas, crearon alguna que otra ocasión de gol siempre desbaratadas por el meta visitante Roberto. A pesar del fuerte viento, que dificultaba el buen juego la propuesta de ambos equipos era inmejorable, presión alta, control de la posesión y asfixia en un partido muy físico. En la segunda mitad, el encuentro fue de menor a mayor ritmo, si al principio de la reanudación pareciera que ambos se conformaban con el empate a cero y con dejarlo todo como estaba, fue el Calahorra quien conforme pasaban los minutos buscó con mayor intención la portería contraria. El conjunto rojillo apretó con insistencia, y dispuesto a asaltar el Ciudad de Tudela, encontró el premio a su acometido anotando en el minuto 59 mediante un ajustado y potente disparo de Thomas Carrique.
Los riojanos rozaron la machada, se defendieron de un Tudelano que no iba a permitir celebraciones en su propio feudo, asediando en los minutos finales y, ayudados por la dirección del viento, embotellaron al Calahorra en su área. Finalmente, en el último suspiro, como acostumbra a pasar en los partidos de Segunda B o Tercera que decido visionar, en el minuto 90, el balón entró en la portería riojana al rematar Ángel Sánchez un centro de falta lateral, volando y tocando con la puntera el centro envenenado, al estilo Sergi Roberto, llegó el gol del empate con sabor a victoria.
No pudo atrapar ese balón Roberto, guardián de una portería que se había mostrado inexpugnable y que acaba la temporada encajando tan solo seis tantos. El último, valió un campeonato, el Tudelano es campeón, la gente lo entonaba en las gradas, el viento lo llevaba a los extramuros, y con la alegría del gol se certificó el sueño, el Tudelano apunta alto.

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