Ferenc Purczeld Bíró “Puskás”

Uno de los mejores futbolistas de la historia hubiera cumplido hoy 95 años.

Nacido el 2 de abril de 1927 en Budapest, Ferenc despuntó en el Kispest, donde debutó siendo todavía un adolescente. Creció viviendo el fútbol con una pasión desmesurada y jugando de una manera fantástica, y aunque tenía un montón de cualidades y virtudes, destacaba especialmente por poseer un auténtico cañón en su pierna izquierda.

“Puskas manejaba la bola con la pierna izquierda mejor que yo con la mano”. Alfredo Di Stéfano

En el Kispest despuntó con unos registros goleadores incontestables, cada temporada anotaba más goles que partidos jugaba, así que el entonces poderoso Honved de Budapest, el equipo del ejército, lo reclutó para formar uno de los mejores equipos del continente. Allí, en el Honved, coincidiría con Kocsis, Czibor, y con más integrantes de la mejor generación de futbolistas de la historia de Hungría, que jugaban entonces en la selección conocida como el Equipo de Oro. En 1954, fue subcampeón del mundo, perdiendo la final en Berna en el famoso partido del “milagro” de la selección alemana, que había sido goleada por Hungría en la fase de grupos por 8-3.

En 1956, Puskas y otros compañeros de selección aprovecharon una gira por Europa para no volver a Hungría, donde había estallado la revolución. Fue juzgado y acusado de “traidor a la patria” por el régimen comunista y no pudo volver a su país hasta 1981. Huérfano de equipo, Milan y Juventus intentaron incorporarlo a sus entidades, pero Puskas estaba inhabilitado por la FIFA por dos años y tuvo que marcharse a vivir a Austria y a entrenar con el Wiener Sport-Club. Cuando pudo volver a jugar, lo intentó en Italia por donde deambuló algún tiempo, pero los grandes clubes lo desecharon por ser ya mayor y tener un estado físico bastante deplorable. Finalmente, Santiago Bernabéu consiguió traerlo al Real Madrid, con 31 años y bastante barriga, pero Puskas no defraudó, jugó ocho temporadas de blanco consiguiendo unos registros impresionantes (518 goles en 532 partidos), y aportando lo suyo para que el Real Madrid viviera su mejor época conquistando 5 Ligas, 1 Copa y 3 Copas de Europa mientras tuvo al delantero húngaro en el campo. En Madrid, además dejó constancia de su gran carácter, hizo muchos amigos y se ganó el respeto de todos:

“Es un hombre que tuvo que abandonar su familia de Budapest, irse a Italia abandonando a su mujer y su hija. Lo pasó muy mal antes de llegar al Real Madrid, donde descubrí que tenía unos sentimientos impresionantes. No podía salir de casa con dinero porque volvía sin él por lo generoso que era”.

Dijo su compañero y amigo Alfredo Di Stefano.

Se retiró como un rey del fútbol con casi 40 años. Siguió vinculado al balón, entrenando por todo el mundo, hasta en Australia, donde George Best tuvo una gran anécdota con él: “Una vez lo vi en Australia, entrenando en una academia de fútbol. Los jóvenes se burlaban de su peso y su edad. El antiguo entrenador tiró nueve balones seguidos e hizo nueve goles. En el décimo levantó el balón, se lo llevó de los hombros a la cabeza con dos toques, lo preparó con la espuela y lo metió por la escuadra con un cañonazo rozando el larguero. Todo el mundo se quedó en silencio hasta que un chico preguntó cuál era su nombre. Yo le contesté que podía llamarlo Mr. Puskas”.

El 17 de noviembre de 2006, una neumonía terminó con su impresionante vida (recomendamos el libro Puskás sobre Puskás, editado por Roger Taylor y Klara Jamrich y publicado por la editorial Córner). Hoy nuestro recuerdo para Cañoncito Pum, sin duda uno de los más grandes.