Se juega un Levante-Villarreal de Copa en el Ciutat, emocionante partido entre dos equipos valencianos ilusionados con poder llevar el trofeo a sus vitrinas, el Levante se le debe una, el Villarreal es todo un coco en tiempos modernos pero nunca ha llegado ni siquiera a una final. Así pues, Granotes y groguets vivirán con emoción un histórico partido en busca de las semifinales, al igual que un carismático delantero muy querido por ambas aficiones, y por el fútbol español en general, Paco Salillas.
Paco nació en Alagón, y tras jugar en varios equipos aragoneses dio el salto a la Primera División en 1988, en el Real Zaragoza, al ganarse la confianza de Radomir Antic, entonces entrenador del conjunto maño. Su juego no tenía nada que ver con florituras modernas y adornos; Paco era directo, un delantero que no se complicaba la vida, luchaba cada balón, presionaba a la defensa, bregaba y tenía un instinto y un olfato goleador que lo convertían en un atacante letal. Además, por su compromiso y trabajo constante, siempre se ganó a la afición allá donde jugó.
Marcó goles para el Real Zaragoza, Celta de Vigo, Lleida, Villarreal, Levante y Castellón, y también en equipos menores (según wikipedia) como Alagón, Figueruelas y Remolinos, donde colgó las botas.
Tras retirarse, se desvinculó del fútbol, montó su empresa de cubitos de hielo, y en varias entrevistas ha declarado sentirse el hombre más feliz del mundo en su finca, con sus caballos y con su familia; que disfruta llevando al colegio a sus hijos (algo que todos los padres no pueden hacer) y que pasa los días sin saber el resultado de Barça y Madrid.
Un tío sencillo, humilde, que derrochaba simpatía al tiempo que era una máquina de hacer goles. Salillas era un grande, el compañero que todos quisieran en su equipo, el futbolista que gustaba a todo aficionado.
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