Uno que supo alegrar las tardes de los pericos (y de los sevillistas) fue Francisco, que en su día se convirtió incluso en el futbolista más caro del mundo.
Natural de Osuna, se formó en el Sevilla FC, debutando en el primer equipo en 1981. Era un centrocampista fino y elegante, que conducía bien, que tocaba a la primera en corto, que distribuía bien los balones largos, que subía, que bajaba, que marcaba goles, y además deleitaba con su arte con algún recurso técnico de esos que tanto gustan en la escuela sevillana. Un talento, que pronto llegó a ser internacional, jugando la Eurocopa del 84 donde fue subcampeón, y el mundial de México 86.
En 1990 llegó al Espanyol, se calzó unas Munich y aportó su talento a un equipo que carecía de calidad en aquellos momentos. Su aporte no pudo salvar un descenso del equipo blanquiazul, pero poco a poco Francisco tomó la batuta y ejerció de líder de un equipo que volvió a primera (y de que manera) en 1994.
En 1997, el incipiente fútbol moderno ya empezaba a hacer de las suyas, los traspasos, las cláusulas y los sueldos eran exagerados, y el Espanyol y Francisco (que ya tenía casi 35 años) firmaron un contrato-parodia muy “anti fútbol moderno”, donde había una cláusula de rescisión de 70.000 millones de las antiguas pesetas, lo que le convertía en el futbolista más caro en aquella época. Una manera de agradecer a Francisco su dedicación que no tenía precio.
Tras su retirad, Francisco ha ayudado a que los chavales del Sevilla mejoren su técnica, esperemos que salgan muchos con su porte y su elegancia.
Francisco, un maestro y un sevillista perico.
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