Ese que va al bar y siempre vuelve rebuznando, ese calvo detrás del linier, ese que no para de agitar la bandera ¡nada más!… este sol que no brilla o esta tristeza perenne la mía, que me empujan de nuevo a la inhóspita Energía, como hace 15 días, cuando vibré con un partido antológico en su trozo de cemento. Y así sigo, de Gracia a Sants, donde me encuentro en familia, y así sigo, paseando mi condena para disfrutar de un Sants-Europa, esta vez a la hora en que no hace tanto salía de algún tugurio. Es buena hora la de ahora. Siempre me ha gustado la Tercera.
Llego al campo con bastante antelación, cuando el café todavía no ha sido desplazado por la cerveza. Y llego demasiado pronto, mientras los infantiles hacen de teloneros y en el bar calientan dos grupos divergentes de incondicionales seguidores del Sants. A la derecha los señores veteranos de tan glorioso club, que todavía se mantienen en forma, y a la izquierda los Resakas-Est, simpáticos borrachines de barrio que, como yo, también han cambiado la juerga y el mañaneo por el fútbol y el almuerzo.
Yo me sitúo entre líneas, y escucho conversaciones por ambos lados. En eso un infantil del equipo local se mete en el área y es derribado, ¡penalti gritan todos! Y el árbitro señala penalti. El mismo niño que ha sido derribado es quien se responsabiliza de chutar, ¡gol! Y el chaval corre eufórico y aparta a sus compañeros, y se quita la camiseta en su celebración: tarjeta amarilla; y algún veterano suelta “yo lo cambiaba ya mismo”, palabras sabias, pero habría que verlo.
El Sants es un histórico sin campo y tiene que jugar en un lugar remoto , y a su masa social le cuesta barbaridades cruzar la Gran Vía, aun así, al campito van llegando domingueros futboleros con los que yo me fijo, como el calvo que lleva una bufanda verdiblanca de otra época. Como un tío grande que se une a los Resakas-Est y que llega agitando su imperiosa bandera verdinegra. Y como uno que va solo y habla solo, que entra y sale del bar siempre a por más cerveza. También llegan los seguidores del Europa, el grupo Eskapulats, que van unidos y saludan a los hinchas locales al pasar por su lado, se nota que no comparten barrio pero comparten muchas otras cosas. Estos aficionados visitantes ocupan el fondo de la portería donde se sitúa el optimista marcador, una ubicación un tanto premonitoria, como si ellos mandaran de las dichosas tablas numeradas desde el principio.

Acudo con antelación a los partidos porque me gusta ver a los jugadores calentar. Me fijo en la concentración de los porteros, en los futbolistas que miran desafiando al rival, y en lo metido que está el cuerpo técnico haciendo sus tareas con una gran cantidad de conos multicolores. Atrás quedaron aquellos calentamientos de banda a banda que Zapatones realizó a los suyos vestido con traje en el Plantío a principios de los 90.
Y por fin salen los jugadores al terreno de juego, todos junto al trío arbitral. Atrás quedó aquel fútbol donde primero salían los visitantes entre pitos y abucheos y después los locales al son de un himno y entre aplausos.
El partido es igualado, con ritmo, con ambos equipos dejando muy pocos espacios y con mucho juego por alto. Alex Cano, el defensa central del Europa no deja pasar una y se convierte en una amenaza cada vez que su equipo se dispone a lanzar un golpe franco, ahí irá el “capiCano” siempre a buscar el remate. Alex Cano es además el pilar del equipo, el capitán y líder indiscutible de los escapulados. Lleva ya once temporadas a gran nivel y su corazón de león tiene cuerda para rato, y probablemente se convierta pronto en el futbolista que más veces ha vestido la histórica zamarra del Europa. Hoy pero, le toca bailar con Sergio Navarro, “el Sheriff”, un habilidoso delantero del Sants que no para de arengar a los suyos y a la afición. Alex y Sergio, ambos se buscan por el terreno de juego en los primeros compases, y si no se buscan se encuentran.
La primera mitad comienza igualada, pero poco a poco los visitantes van llegando con peligro, su número 11 crea peligro con sus bicicletas de jugador caro, se llama David Jimenez, un Ben Arfa de la Tercera. Y un zaguero, el nº3 del Europa demuestra pundonor y carácter, y corta y crea contraataques, se llama Alex Gutierrez, un Manuel Pablo de la vida.
En el minuto 40 y con 0-0 las aficiones todavía no se han cansado de animar , es entonces cuando en una jugada en la que la zaga reclama fuera, fuera de de juego y peligro, el Europa consigue adelantarse en el marcador. Celebran el gol con su afición, mientras los locales se comen al linier. También se lo come el calvo de la bufanda retro, sabedor de que en este fútbol sin V.A.R no tiene otro acometido que situarse en cada partido detrás del linier para meter presión. Y el calvo protesta, y blasfema, y se enciende como una bombilla, cabreado porque no ha conseguido de momento su objetivo.
Un minuto antes del final, y con la afición local volcada contra el árbitro, este señala un penalti de esos de hoy en día, cuando en un saque de esquina se forma una melé de agarrones y empujones que terminan con jugadores de los dos equipos por el suelo, ¡penati! Y el calvo de la bufanda parece ya dinamita, y el grandote de la bandera lanza al suelo su bandera, y el de las cervezas rebuzna y rebuzna. Gol, 0-2, demasiado castigo para los locales.
El descanso se me hace largo, pues se avecina una segunda parte muy caliente. Se me hace largo a mi y corto a los niños que salen al césped con los balones a jugar su glorioso partido de 15 minutos. Cuando yo era niño y acompañaba a mi padre a ver los partidos, también saltaba al césped a practicar chuts, todavía conservo en mi memoria algún gol que incluso la afición coreó; y si no encontraba un balón, salía a golpear balones imaginarios que siempre terminaban en gol. Hoy en día está prohibido que los niños salten al campo en el descanso a jugar, si el Sants hizo la vista gorda me parece genial, si lo sancionan porque algún insensible lee estas letras me parecerá lamentable.
Y arrancó la segunda parte, que bien podría haberse llamado “el desencanto”, “la gran tormenta” o “evasión o derrota”, pocas veces he visto un equipo arrollar y hacer tanta sangre como el Europa le causó al Sants en tan solo 15 minutos, cualquiera que pasara por el aciago campo pensaría que eran los seguidores del Europa los que cambiaban el resultado del marcador. Y es que cuando todavía no habían puesto una tabla, ya hacía falta poner otra. 3,4,5,6, los goles iban cayendo mientras la voz de los Resakas se hundía en desolación. “Dos triples y empatamos” comentó uno, y generó unas risas entre el público que incrédulo tuvo que soportar el hachazo del séptimo gol. La victoria más aplastante del Europa fuera de casa desde que la era moderna trajo datos. La mayor paliza para muchos gatos viejos del Sants.
0-7, así terminó un derbi entre dos equipos que saltaron al terreno de juego empatados a puntos en la clasificación y salieron separados por un abismo. El fútbol es así, pero muy pocas veces muestra esta faceta.
Los del Europa festejan, lanzan petardos y muestran humo en señal de victoria, no olvidarán este desplazamiento nunca, lo contarán a sus nietos, el 6-O del 19, el día del 0-7, aquella segunda mitad que fue orgía, sangría y asesinato.

Entre tanta desolación local me fue fácil entablar conversación con un pensativo aficionado, un tío fuerte que lleva al Sants tatuado en su vida. Hace unos años pasé una temporada en Londres, en un remoto sitio de Forest Hill, situado a 20 minutos del estadio The Den del Milwall y otros 20 de Selhurst Park del Crystal Palace. Me decidí por ir a ver a las águilas, algo me dice que este seguidor hubiera elegido de manera distinta a la mía. Alto y esbelto, fuerte, curtido en mil historias, lleva ojeras y cicatrices del que ha dedicado gran parte de su tiempo a los suyos, y bajo el temor de la primera impresión esconde un carácter bonachón y tierno. Es uno de los líderes de los Resakas-Est y hoy se que ha sido uno de los peores momentos que ha vivido en un campo de fútbol.
El simpático supporter me cuenta que los Resakas-Est nacieron a principios de los 90, tras un derbi Martinenc-Sants, cuando se juntaron un grupo de aficionados para dar guerra al jefe de uno de los integrantes que era del equipo del Guinardó. Resalta lo que ya pensaba, que el nombre del grupo viene dado por las contundentes fiestas que se pegaban en la víspera de los partidos en domingo, y que Est es una referencia a la ubicación que ocupaban en la grada del viejo Magoria. Llegaron los Resakas-Est a ser un grupo grande, pero la salida de Magoria fue un golpe muy duro, provocó la casi disolución de un colectivo que desde hace unos seis años ha vuelto a coger fuerza para llevar y contagiar a la gente en la animación, en cada partido de su club. Además cuentan con las Green-Ladies, el sector femenino que ha dado un aire renovado al grupo, y que cumplen tanto como ellos. Entre todos deberán ser capaces de que la gente vuelva al campo a ver y disfrutar con los partidos de Tercera.
Me dice que cualquier persona puede ser un Resaka, cualquiera que lleve al Sants, a la fiesta y al sagrado almuerzo adentro, y que para este año se ha comprado mucho material nuevo , desde bufandas y pegatas hasta bombos y botes de humo. Con estos últimos han tenido algún percance con la Federación Catalana, pues a pesar de que son totalmente inofensivos la federación los condena y ya se han ganado alguna sanción por ello. Con lo que mola el humo.
Tienen los Resakas-Est buen rollo con muchos grupos, como los supporters de Vilafranca, la peña guiri de San Cristobal, los del Figueres y que con los otros grupos, como hoy con los Eskapulats, existe un enorme respeto.
El Sants es una piña, y los Resakas-Est también forman parte de la familia. El echo de moverse a animar en cada desplazamiento ha creado un fuerte vínculo con los futbolistas, cuerpo técnico y directiva y juntos sueñan e imaginan un próximo centenario en 2022 jugando en campo de Magoria, y quién sabe si luchando por meterse en play-off a segunda B.
Pero de momento la historia es la que es, un club maltratado por las instituciones desde siempre, huérfanos de campo, que continúan luchando contra unas adversidades que ya hubieran sentenciado a cualquier otro club sin tanto orgullo. Hoy, todo está un poquito más cuesta arriba después del 0-7, pero mañana cuando salga el sol y pase esta dura resaca volverán seguro a levantarse, porque está en su ADN, en su DNI, porque son el Sants, porque son las huellas y las espinas, porque son ese que va al bar y siempre vuelve rebuznando, ese calvo detrás del linier, ese que no para de agitar la bandera, fútbol, birras ¡y nada más!

Texto y fotos Miquel Sanchis, Odio el Fútbol Moderno.
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