Muchos seguidores seguro que recordarán la XIX del Trofeo Villa de Madrid, que disputaron en el verano de 1991 el Atlético de Madrid de Luis Argones y el Milan con su flamante entrenador Fabio Capello. El partido fue tenso, con alguna que otra entrada dura, y terminó con empate a uno, goles de Massaro y Rodax. Boban, un joven croata al que vinculaban en aquellos días con el Real Madrid en forma de cesión, realizó un muy buen partido.
Y con el partido empatado el trofeo se decidiría en la tanda de penaltis, y esta pasó a la historia, pues hicieron falta 24 lanzamientos desde los 11 metros para decidir al campeón. Al final falló Rodax, y el Milan se hizo con el trofeo, los futbolistas apartaron los malos rollos y se intercambiaron las camisetas. Y falló Rodax el penalti, y ya era hora de que alguien errara desde los once metros porque la tanda de penaltis de aquel Villa de Madrid que se celebró el 11 de septiembre de 1991 se estaba haciendo eterna. Han pasado casi 30 años, y no recordamos una serie de penaltis tan larga. Chutaron hasta los porteros, Diego y Antonioli, el del Atlético demostrando mucha clase en su zurda por cierto.
Antes no había tanta desigualdad entre las ligas europeas, y tampoco se televisaban todos los partidos del mundo mundial, ni existía el Youtube, ni Instagram ni Tik Tok; así que cuando Jesús Gil vio que en Austria, un tal Rodax de destacada cabellera rubia, marcó la friolera de 35 goles con el Admira Wacker y se llevó la bota de plata, no dudó en desembolsar 400 kilos de las antiguas pesetas para que el demoledor delantero vistiera de rojiblanco.
Rodax, se había convertido en el tercer futbolista más goleador de las ligas europeas, por detrás de Hugo Sánchez y Stoichkov y el tío Gil lo presentó como un “toro”. Tras una prometedora pretemporada, el juego y la confianza del delantero fueron cayendo en picado y Tomislav Ivic lo fue relegando al banquillo. Rodax, frustrado, se convirtió en uno de los mayores fiascos de la década de los 90, y abandonó el Atlético sin llegar a ser la prometedora estrella con la que se había encaprichado Gil. Jugó en el Rapid de Viena y volvió a su Admira a retirarse con tan solo 30 años, para dedicarse a su otra pasión, el tenis. Actualmente tiene una moderna prestigiosa escuela de tenis.

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