Con el parón de selecciones nos hemos levantado hoy muy nostálgicos, balón Mikasa, foto del Real Burgos, cualquier tiempo pasado parece mejor ahora mismo. ¡Qué tiempos los de el Plantío en Primera!
Es difícil seleccionar a uno de todos los grandes futbolistas que han pasado por El Plantío. Desde los tiempos de Juanito y Sergio Kresic en blanco y negro hasta los días de color rojipardillo con los paradones de Elduayen, las jugadas de Ayúcar desde la izquierda, los cañonazos de Boerebach o los remates imposibles de Balint. Pero no es fácil olvidar el temple y buen hacer del que fue durante unas temporadas el eje sobre el que giraba el juego del Real Burgos, uno de esos que pasan desapercibidos pero que son imprescindibles en cualquier equipo, el croata Ivica Barbaric.
Con unas impresionantes cualidades físicas, Ivica Barbaric se adueñaba del centro del campo con buena visión y mucho sentido de la organización. Llegó a Burgos en 1989, junto a Pedrag Juric y el “gitanito” Anel Karabeg, con los que conformó un tridente balcánico eficaz y que tras una gran temporada en Segunda conseguiría el ascenso cantando el alirón en San Mamés, contra el Bilbao Athletic.
Barbaric siguió siendo el amo y señor de la medular en Primera División. Con su carácter y su inconfundible manera de maniobrar, muy típica en los futbolistas del este en aquella época, Barbaric se convirtió en uno de los futbolistas de la Liga que mejor sacaba el balón jugado desde atrás. Era un excelente constructor, y a la vez un incombustible destructor. Todo un guerrero con clase, que llegó procedente de Vélez Mostar, y que en España también jugó en el Racing de Santander, CD Badajoz y Almería CF.
Ivica, Barbaric, trabajo y elegancia, sinónimos de aquel equipo burgalés que maravilló a finales de los 80 y principios de los 90.
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