Jornada 1: Desde la playa

Miquel Sanchis

Ni me enteré de que el otro día se jugaba la Supercopa de Europa. Y el comienzo de la Liga me ha pillado todavía en pelotas. Y es que para mí el fútbol en verano es querer correr con chancletas. Quieres pero no puedes. Lo intentas, pero sabes que algo no acaba de encajar, cuesta tirar para adelante. El verano es para vestir mal, untarse a potingues, beber alcohol a media tarde y visitar la fiesta mayor de algún pueblo. Es un no parar de hacer el ridículo, a lo que de vez en cuando se unía un Carranza o un Teresa Herrera. Y los culebrones, que no falten. Y así escribo, medio borracho y son las cinco, que es lo que toca en estas fechas, en que cualquier día tonto se te lía la cosa. Caso Messi, caso Liga Impulso y los 2.700 millones, caso M’Bappe, caso Messi de nuevo, caso Bartomeu, Laporta realizando ruedas de prensa con las cigalas todavía en el vientre… voy, como muchos, saturado. Ni me entero de las cosas. ¿Qué opinas de lo de Messi? Me dice la gente. Y la verdad, no tengo opinión. Un tío más que se va llorando. Que se va llorando al PSG. Quizás todo deba simplificarlo más, como Florentino en sus audios. Lo mejor, sin duda, del verano.

Del fútbol tampoco quiero enterarme demasiado si estoy en la playa. Si todavía está el mercado de fichajes abierto. Todavía jugará M’Bappe en el Real Madrid y Messi con Cristiano. Todavía está a tiempo el PSG de pasar de ser los Globbertrotters a ser un cementerio de elefantes estilo Milan de Robinho y Ronaldinho, ya veréis. Todo en un mismo verano.

Así, sin ver fútbol contemporáneo, he logrado conformar un equipo aceptable en el Biwenger, al que mis amigos dedican mucho más tiempo que yo por estas fechas. Yo estoy con el mojito y ellos con las gafas pegadas a su excel. Yo desconecto en la arena y ellos son adictos a las páginas del mercado de fichajes. Es difícil, para alguien como yo, centrarse a escribir una crónica cuando intentas pasar de todo al menos hasta el 1 de septiembre. 

Me gustaría hablar de mi portero del Biwenger, un tal Mamardashvili, pero creo que ya habrá tiempo para ello. Del poco fútbol que consumí en el inicio de Liga, me vi identificado en dos jugadores. El primero fue El Tiburón Guillamon, defensa donostiarra canterano del Valencia que entró en la historia de la Liga en el primer partido de la nueva temporada. Expulsado al segundo 31 de partido. Ese, ese me representa cuando quiero escaquearme de algo. Me imagino a Guillamon con menos ganas de que comience la Liga que yo. Con lo bien que se está en Valencia un 13 de agosto y toca jugar al fútbol. Menudo palo debe dar. Me imagino a Guillamon toda la tarde diciéndole a los colegas en el chiringuito que tranquilos, que no se preocupen, que va, saluda a la peña y vuelve. Me imagino a Guillamon diciendo aquello de sujetame el cubata. Me imagino a Guillamon presentándose a un examen como yo me presentaba a más de un examen. Entregando el papel a los 31 segundos contestando solo a las preguntas del nombre y la fecha. 

Y también observé un rayo de esperanza, en toda esta borrachera de fútbol veraniego, y fue ver jugar a Memphis Depay. Todo lo bueno viene de Memphis, eso ya lo sabía Elvis Presley. Y todo lo bueno del Barça parece que pasará por las botas modernas color salmón de su nuevo fichaje. Una nueva corriente viene tirando fuerte en el mundo del balón. Lo he visto últimamente con Jack Grealish, Paulo Dybala o el omnipresente Gonzalo Melero. Al fútbol se juega mejor con las medias bajadas. Eso ya lo sabía Mario Alberto Kempes, Steve Archibald, Hans-Peter Briegel, un tal Gordillo o el incombustible Agustín Abadía. Es un gustazo ver a Memphis jugar como juega si además lo hace así, con las medias por los tobillos, a la vieja usanza. Desde la playa, fue un trago romántico en esta sangría de cosas del fútbol.