Miquel Sanchis
De pequeño, me encantaba ir con mi hermano, mi padre y mi abuelo al Guillermo Olagüe a ver al Gandia. Mi sueño era llegar algún día a jugar en el primer equipo blanquiazul. Pisar esa alfombra que olía a césped y barro, y que resbalaba si entrabas sin tacos. Lo sé que resbalaba, porque en aquella época todavía se dejaba entrar a los niños al terreno de juego en el descanso para que jugaran durante diez o quince minutos a la pelota. Diez o quince minutos en un campo de hierba natural. Diez o quince minutos que parecían dos horas de goles imaginarios porque hasta cuando no tenía balón, ni amigo con balón, realizaba regates y chuts al aire. Casi no pensaba en otro equipo, ni en otro fútbol, que no fuera el de mi domingo por la tarde viendo al Gandia contra el Sant Andreu, el Alzira o el Villarreal de turno. Eran los años 80, y sin la mercadotecnia de ahora, mi madre tuvo que comprar una equipación de la Real Sociedad y cambiar el escudo por uno del Gandia para que pudiera lucir los colores de mi equipo. Me supo hasta mal, saber que un escudo tan bello como el de la Real acabara por alguna papelera.
Pasaron los años y pasé los 90 creciendo en el fútbol base del equipo de mi ciudad (o pueblo grande) vistiendo los colores blanquiazules de una camiseta marca Rasán que, curiosamente, también vestía la Real Sociedad. Curiosamente, en aquel equipo txuri-urdin militaba un tal Imanol Alguacil, que pasaba bastante más desapercibido que los Oceano, Kodro o Alkiza de la época. Con tanta similitud (nací dos días después de la primera Liga) me fue cayendo bien la Real desde mi niñez. Por eso, me emocioné con aquel temporadón de principios del milenio en que los de Donosti picaron piedra y compitieron una Liga al Real Madrid de los galácticos. Eran los años de Darko, De Pedro, Karpin, Nihat o un joven Xabi Alonso. Por eso, hoy me tiene emocionado esta Real Sociedad de un Imanol Alguacil que ya no pasa tan desapercibido para mis ojos desde que se sienta en el banquillo y, ya con una Copa bajo el brazo, se ha metido líder una vez finalizado el primer tercio de Liga. Sí, ya lo sé, hay equipos que no han llegado a disputar 13 partidos, pero hay motivos para creer en esta Real Sociedad:
Esta Real Sociedad no pierde en Liga desde que en la jornada 1 visitara el Camp Nou, y eso fue en agosto, ha llovido desde entonces y es, por lo tanto, el equipo más en racha del campeonato. Esta Real Sociedad, como antes he escrito, viene de ser campeona de Copa y ¿por qué razón no puede ganar la Liga? que tiene espíritu de equipo campeón ya lo ha demostrado. Además, cuando el Barça y el Real Madrid no están bien la liga es de otro, como el curso pasado, y los dos grandes no atraviesan por sus mejores momentos. Al Real Madrid le salvan los destellos de Vinicius o Benzema, al Barcelona no lo va a salvar nadie.
Esta Real Sociedad de Alguacil tiene fondo de armario. Las bajas de hombres como Monreal, David Silva, Oyarzabal Illarramendi o Carlos Fernández no fueron suficiente para que el equipo se viniera abajo. Y, por si acaso, Alguacil siempre puede echar mano de los de abajo. El Sanse es el único filial en Segunda y tiene a un 9 llamado Karrikaburu que a mi me recuerda en algo a un tal Darko.
La Real no disputa esta temporada la Champions (seguramente lo hará la temporada que viene) y eso le beneficia respecto a sus rivales en Liga que si están jugándose la vida en la máxima competición continental.
Por estos motivos, y por más, como el hecho de tener jugadores de la casa, comprometidos, y también la combinación de jóvenes talentos con gente veterana que sabe tirar del carro, es la Real Sociedad una firme candidata al título de Liga. Que no extrañe nadie si de aquí a unos años recitamos el once de Alguacil como mi abuelo me recitaba aquel once de Ormaetxea: “Arconada; Celayeta, Górriz, Kortabarria, Olaizola; Diego, Alonso, Zamora; Idígoras, Satrústegui y López Ufarte”.

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