Miquel Sanchis
Debía tener unos quince años. Allá por 1996 o 1997, época de cambios y de Clearasil. Años aquellos sin aplicaciones, sin teléfonos móviles, sin prácticamente internet. Los viernes me despedía de mis colegas diciendo un “mañana a las 17h en el banco de la plaza” y allí estábamos al día siguiente, puntuales, sin tiempo a distraernos. En Valencia estábamos como en un periodo de entreguerras, la ruta del bacalao agonizaba y poco aportaban culturalmente los del pelo cenicero, la Alpha Industries y las Ray-Ban de pera. No se visualizaba la luz al final del túnel. Futbolísticamente, el Valencia se encomendaba a Paco Roig y su ansia de hacer un “valencia campeó”, entre Romarios y Saibes se movían por entonces en Mestalla. El Hércules estaba en Primera con una legión extranjera (gracias, Bosman) que parecía una fábrica de paquetes. El Villarreal era un modesto de Segunda como dice la canción y Canal 9, la televisión autonómica, sufría una transformación con programas deportivos y no deportivos que tardaríamos mucho en olvidar. De Tómbola al Telexut, pasando por el Amunt Valencia de Julio Insa (puaj) y la versión alicantina, el Macho Hércules de Paco Nadal, entre Pavlicics y Rufais, se movían por Alicante.
Precisamente Paco Nadal era también el presentador del Telexut, el programa tecnológicamente más moderno de la televisión del momento. Un formato a través del cual, y mediante conexión telefónica, un participante debía tratar de marcar un gol a un portero a través de una máquina. O sea, en el plató se situaba un portero de renombre, desde el herculano Rufai hasta el suplente del Alcoyano en chándal, y una especie de grúa con cañón y un balón se desplazaba apuntando a la portería. Cuando el espectador que participaba desde su casa pulsaba un botón de su teléfono, se disparaba el balón y se intentaba hacer gol. Era curioso y resultaba gracioso ver al portero de turno intentando salvar las pelotas que le lanzaba una grúa. A mi abuela y a mí nos encantaba, el hombre contra una máquina que ahora veríamos rudimentaria. El moderno programa lamentablemente no duró demasiado. Mi abuela, por cierto, que cuando miraba un partido se limitaba a decir que “no hay goles porque no chutan”, hasta que lógicamente alguien marcaba después de chutar y decía “ves, porque han chutado”. Si no chutas no marcas, cuánta sabiduría.
Sería ya 1998 cuando en el instituto nos llevaron de excursión a los estudios de Canal 9 en Burjassot. Una vez allí, tuve problemas con mi vejiga y buscando un lavabo, perdido entre muchos pasillos y puertas, abrí una habitación y allí estaba el pobre Telexut. Viejo, inservible, ya eran solo cuatro palos oxidados y tirados por el suelo, almacenando polvo. Me impactó, se me quedó grabado el modo en que terminan los aparatos cuando uno ya no los quiere.
A veces sueño con que el maldito V.A.R. acabe en la misma sala que el Telexut y los marcadores simultáneos y el ordenador de Morací Sant’Anna. Llevamos ya un tiempo con el videoárbitraje, la pantallita, los parones, los pinganillos y nada, que nunca se va a acabar con la polémica arbitral. Queremos darle al fútbol una justicia que ni la vida tiene y no lo conseguimos tampoco recurriendo a la tecnología. Se quejan los pericos, y con razón, después del derby contra el Barcelona. Penalti más que dudoso no debería ser penalti y punto. Y los aficionados del Espanyol suman, a pesar de la tecnología, la caída de Memphis a la lista donde se encuentra el desmayo de Xavi o las manos de Messi.
Otra vez, otra jornada, hay aficionados que se preguntan para qué sirve el dichoso V.A.R. También es necesario decir que para ganar hay que marcar, y hay que hacerlo entre los tres palos, y el Espanyol aunque las tuvo tampoco estuvo acertado de cara a portería. El Barça, por su parte, se encomienda a Xavi y a ganar como sea, aunque sea de penalti injusto. Al Real Madrid lo ven de lejos, de muy lejos todavía. Los blancos ya son líderes, y lo son porque chutan entre los tres palos, como bien sabía mi abuela.

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