Miquel Sanchis
Jornada marcada por el mercado de fichajes. Un mercado loco hasta el último minuto, y en el que me he sentido algo representado. Me ha recordado a cuando era un chaval del instituto y me mandaban un trabajo con meses de antelación que después yo realizaba la última noche. Ni siquiera el último día. La última noche, comido por el estrés, a contrarreloj, esperando poder dormir algo. Mis padres pensaban que me lo estaba currado. Hacerlo todo a última hora y mal. De algún modo el mercado del fútbol español ha reflejado a la sociedad española.
Este mercado sirve para observar la cantidad de improvisaciones que, en contra de lo que nos hacen creer, se realizan en los despachos de los clubes profesionales. El aficionado del Barça desayunó fichando a Cavani y cambiando a Joao Felix por Griezmann y se durmió pensando en regalar a Griezmann y traer cedido a De Jong. Los del Madrid, se han pasado desde julio con la tortuga y el tic-tac esperando el comunicado oficial del fichaje de M’Bappe, y a última hora se ha fichado a otro futbolista francés, Camavinga, que no será delantero pero también es un jugadorazo. No debería de saberle a poco el fichaje a la afición merengue. Hay que saber esperar, y parece que M’Bappe esperará. Era algo surrealista pagar casi 200 millones por un futbolista cuyo fichaje puedes concretar en cuatro meses de manera gratuita. También es, hasta insultante, por parte del PSG, no soltar por casi 200 millones a un tío que en cuatro meses puede firmar e irse gratis. A Javier Tebas le faltó una camiseta de Odio Eterno al Fútbol Moderno cuando se puso a rajar de los clubes-estado (y con razón) lo que pasa que luego se quiere llevar los partidos a Miami y firma acuerdos de patrocinio imponiendo 22 fichajes de jugadores de Arabia Saudí de dudosa calidad. Por poner algunos ejemplos. Clubes de estado no, calamidades de estado tampoco.
Pero bueno, que en los tiempos modernos queda claro que se vive mejor viviendo al día. Que aquello de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy es un modelo de vida obsoleto. Que la gente se ha dado cuenta de que ganas más salud si dejas lo de hoy para pasado mañana. El último día de mercado, ningún club tenía la plantilla cerrada. Como yo en mis tiempos, con pegamento fresco en las manos a las cuatro de la mañana. ¿Para qué trabajar durante meses si lo puedes hacer todo en una noche?
Hay que saber esperar. Como ha esperado también Carlos Soler en el Valencia. Se fueron unos, vinieron otros y el valenciano sigue a pesar de todo lo que pasa en Mestalla. El otro día, en el feudo valencianista se marcó un golazo con remate a lo escorpión y no lo firmó Víctor Hugo Aristizabal. Fue Carlos, el chaval que comenzó a jugar a fútbol para que su abuelo le regalara una Game Boy, un tío que no firma contratos con cláusulas para ser capitán. Ahora, a sus 24 años tiene un valor incalculable. Sigue la estela de Cubells, Puchades, Camarasa o Albelda. En estos tiempos convulsos en la capital del Turia, los golazos, si se cantan en valenciano, suenan mejor.
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