Miquel Sanchis
Para todos los fans de Violadores del Verso septiembre llega con su Oh Dios Mío, para todos los fans del fútbol moderno octubre llega con su Oh Dios Mío. Llega el FIFA, el nuevo PES, el fútbol de selecciones otra vez… y llegan, como no, los cambios en el banquillo. En octubre cambias la ropa de cama, apartas las sandalias y el pantalón corto (hasta el año que viene) o cambias de maceta las plantas. Y cambian los entrenadores. Hay cambio en el Getafe: abandona el terreno de juego Míchel y entra Quique Flores. Hay cambio en el Levante, incapaz de ganar tres puntos, su afición ni se acuerda de la última vez que celebró un triunfo y se va (porque se tiene que ir) el bueno de Paco López. Hay cambio hasta en Inglaterra, donde un viejo zorro vuelve dispuesto a liarla de nuevo, Claudio Ranieri sustituye a Xisco Muñoz en el Watford. Hay cambios, pero sigue Koeman.
“El fútbol mola porque un día eres Dios y otro un matao, y al revés” twiteó un amigo este pasado fin de semana. Koeman siempre es Koeman, el cien veces matao, y cien veces ratificao. Tras otra debacle europea, esta vez en Lisboa ante el Benfica en partido de Champions, parecía que Ronald no iba a seguir ni un minuto más como entrenador del Barça. Laporta le dejó sentarse en el banquillo ante el Atlético de Madrid mientras sondeaba candidatos, y el Barça volvió a perder. Pero, incomprensiblemente, Koeman seguirá siendo el técnico de un Barça que deambula por el campo. Un equipo sin chicha, sin alma, sin hambre, sumido en una fuerte y constante depresión. Su buena hornada de jóvenes promesas no es suficiente para estimular un entorno que no gana para disgustos, el gol de Luis Suárez la última gota de un vaso ya por tiempo derramado.
Y es que es época de cambios y de cambios de paradigma. Y de cataclismo. El humilde Sheriff ganó en el Bernabéu. Increíble. Y a los pocos días, por si fuera poco, el Real Madrid cayó en Barcelona contra el Espanyol. Sorprendente para todos aquellos chiringuiteros que llaman al equipo blanquiazul filial del equipo blanco. No ganó tampoco el PSG de Messi, M’Bappe y Neymar (perdió 2-0 contra el Rennes), ni ganó el todopoderoso Bayern (perdió 1-2 contra el Eintracht), no ganó ni el Manchester United de Cristiano Ronaldo, y a pesar de ganar el derbi de Turín, la Juventus es todavía séptima en una Serie A donde nadie le tosía hasta hace cuatro días. Luego nos querrán vender aquello de crear una Superliga para que Barça, Madrid, PSG, Bayern, United o Juventus compitan contra rivales de nivel. Luego, nos volverán a decir que los niños prefieren los videojuegos a un fútbol moderno que ya no interesa. Difícil creerlo, viendo las caras y la jugabilidad del nuevo PES. Pero, encima se colapsan nuestras redes sociales y el WhatsApp ¿podemos decir ya que todo se va a la mierda?

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