Miquel Sanchis
Odio eterno a las jornadas entre semana y al fútbol cada día porque me despisto y cambio de jornada sin enterarme de nada, sin validar mi once en el Comunio, y muchas veces encontrándome en números rojos. Además, debido a mis trabajos, mis asuntos y mis compromisos, no puedo escribir un resumen un sábado y luego un lunes. Así que lo tengo que hacer junto, como cuando el profe me decía “mañana me entregas los deberes de ayer, los de hoy y los de mañana” . Y me jodía mi pcfutbolera tarde.
El fútbol moderno, además, cambia constantemente. Lo que un viernes por la tarde es bueno el lunes por la mañana no vale un pimiento, y al revés. El entrenador de turno un día duerme en una cama de pétalos de rosa y al día siguiente en el cráter de un volcán.
“Es lo que hay” se ha convertido en la frase de moda de nuestro fútbol después de que Ronald Koeman la utilizara tras el partido en que el Barça perdió contra el Bayern hace unas semanas. Lo que hay encadenó unos miserables empates contra Granada y Cádiz, y el presidente Joan Laporta salió en vídeo para calmar al soci y también, contradecir al entrenador con el que está viviendo una relación puro estilo Pimpinela. Y estamos en septiembre todavía, que personalmente se me está haciendo interminable.
Recuerdo cuando hace unos años me saqué el carnet de entrenador y me enrolé en un club para entrenar ilusionado a su benjamín E. En la primera sesión comprobé y analicé mi plantilla: había un portero de aquellos que le tenías que decir que no se marcara las que iban fuera, un niño cono, dos niños bolitas de caucho, dos niños círculos y un niño hiperactivo con mocos y gafas que a la mínima comenzaba a repartir palos. Otro era analista, y analizaba los entrenamientos del campo de al lado. Cuando acabó el primer entreno miré al coordinador y él en seguida me dijo un “es lo que hay”. Guardé en un cajón los libros de metodología de la federación junto a los de las sesiones de Guardiola y el libro pedante de Miguel Pardeza. Ya no he vuelto a abrir el cajón. Me centré en enseñar a divertirse y en motivar a aquel grupo de chiquillos.
Íbamos últimos en la primera vuelta, sin ganar ni un solo partido. Derrota tras derrota me convertí en un mister pusilánime hasta que antes de un partido tuve una idea genial: imprimí en papelitos unos dibujos del cohete rojo y blanco de Tintín y obligaba a los pequeños futbolistas a ponérselo entre las medias y las espinilleras, siempre mirando hacia arriba. Les dije que íbamos a ser el equipo cohete. Compré también un cohete de plástico y le rezábamos antes de salir a cada partido. Con el poder del cohete comenzamos la segunda vuelta ganando los cinco primeros partidos. Nos habíamos convertido en el equipo cohete y nos aupamos en la clasificación.
Pasar del “es lo que hay” a ser un equipo cohete quizás es solo un problema de motivación. Porque quizás lo que realmente hay en can Barça sea otra de las grandes generaciones de futbolistas que cada cierto tiempo saca el club catalán. Araújo, Mingueza, Gavi, Nico, Ansu Fati… también Eric, Riqui que siempre será un crío y Balde que se asoma. Y además pudieron formar parte de la hornada Xavi Simons e Ilaix Moriba que no quisieron seguir en el proyecto. Y está también Pedri, que ya parece que sea un veterano. Las cosas cambian, sin duda, cuando cambias la manera de ver las cosas. El Barcelona se acostaba el jueves sintiéndose la última caca que cagó Pilatos y el lunes se levantó con ganas de ser el equipo cohete.
A Koeman le iría como anillo al dedo aquello del cohete de Tintín; y a Míchel, y a Paco. El Getafe cuenta sus partidos por derrotas, el Levante no gana desde ¡abril!… no habrá bastante papel de impresora en esta Liga. Es lo que hay.

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