El fútbol riojano está de enhorabuena, desde los grandes años del extinto Club Deportivo Logroñés, no se vivía tanta bonanza en la capital del vino. A los éxitos en femenino de las Escuelas de Fútbol de Logroño, se sumó ayer el pase a la final del play off por ascender a Segunda B de la Sociedad Deportiva Logroñés y el ansiado ascenso a Segunda de la Unión Deportiva Logroñés.
20 años donde en Logroño ha pasado de todo, viviéndose tiempos muy convulsos tras la desaparición del Logroñés de toda la vida. En el año 2009, los socios y seguidores, cansados de malas gestiones y falsas promesas, convirtieron la puerta 0 del Estadio de Las Gaunas en su lugar de asambleas y de allí nació la SD Logroñés, club autogestionado por los socios (fútbol popular) que comenzaría a competir desde la última categoría y hoy tiene un pie en Segunda B. Paralelamente, el empresario Félix Revuelta (fundador de Naturhouse) adquirió el Varea, un club de barrio de Logroño que acababa de ascender sorprendentemente a Segunda B, y fundó la Unión Deportiva Logroñés, que competiría directamente en la categoría de bronce y ayer cumplió por fin su objetivo de ascender a Segunda después de muchos intentos. Por lo tanto, hoy tanto la SD como la UD gozan de salud, y a pesar de sus antagonismos, deben darse la enhorabuena unos a otros, la ciudad y esa gente tan simpática necesitaban volver a ver el nombre de Logroño en el mapa futbolístico. Nuestro querido Sergi Mas, fiel hincha del Espanyol, ya está deseando hacer el viaje a La Rioja, esa es la actitud, turismo futbolístico cuando se pueda.
Por cierto, al mando de la Unión Deportiva, un riojano, un entrenador de futuro, Sergio Rodríguez, que lindo es cuando estas historias salen bien. Y por los despachos de la Federación Riojana de Fútbol, un mito inimitable, José Ignacio, que en enero recibió al equipo de Odio el Fútbol Moderno de maravilla y hoy seguro que se ha levantado con la sonrisa puesta con tanta Logroñomanía.
José Ignacio representaba perfectamente los valores de aquel equipo que demostró, entre los años 1987 y 1996, que con trabajo y humildad se puede conseguir cualquier meta. Así era el juego y la mentalidad del jugador y del equipo que dio tantas tardes de gloria en el mítico Las Gaunas, el Club Deportivo Logroñés.
José Ignacio llegó al primer equipo en 1993, con la total confianza de Lotina, que veía en el joven de las greñas a otro futbolista de espíritu noble y luchador que encajaba perfectamente con los Abadía, Poyatos, Lopetegui y compañía.
Rápidamente se vio que José Ignacio iba sobrado de condiciones, con una astucia y una virtud únicas para estar siempre bien posicionado y frenar el ataque rival, además con clase. Un muro en la medular, que recuperaba balones por arriba y por abajo, y que desesperaba al contrario con su omnipresencia y su carácter intenso. Tras dos buenas temporadas en el Logroñés, el Valencia, club que observaba siempre el producto que salía desde La Rioja, lo fichó en el verano de 1995.
En Valencia jugó, y maduró, aunque no en esos tiempos el club de la capital del Turia era una montaña rusa, y José Ignacio salió en 1997 rumbo a Zaragoza.
Fue en el Real Zaragoza donde José Ignacio se consagró como uno de los mejores centrocampistas de España, y recibió la llamada de la selección, aunque anteriormente ya había sido internacional en los Juegos Olímpicos del 96.
En Zaragoza disfrutó del fútbol, de la ciudad y de los placeres de la vida, y ayudó a hacer piña en un equipo que ganó la Copa del Rey en el año 2001.
En 2002 su amigo Lotina le convenció para unirse al Celta de Vigo, donde realizó una primera temporada a un nivel impresionante y fue pieza clave para la clasificación del club celeste a la Liga de Campeones. Pero después vino el descenso y le tocó vivir una mala época.
Así que cansado ya de tanta batalla por los terrenos de juego, cogió su coche y volvió a Logroño para retirarse tranquilamente y disfrutar de los amigos, el cordero y el vino tinto. Un crack, el tío que todos querrían en su equipo, en el vestuario y en la misma mesa.
¡Aúpa, aúpa Logroñés!

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