En la década de los 80 la portería de la Real sociedad tenía dueño y señor, Luis Miguel Arconada. A la sombra del gran portero se encontraban dos porteros muy jóvenes: Agustín Elduayen y José Luis González. Este último debía conformarse con ser el tercer portero del primer equipo y jugar con el filial.
En la temporada 85/86 el gran Arconada cayó lesionado y Elduayen tuvo que cubrir su puesto, con tan mala fortuna que cuando mejor se encontraba (su rendimiento le valió fichar por el Atlético de Madrid) se lesionó también, dejando vía libre en la portería a González.
Natural de Elgoibar, el portero mostró sus cualidades, era elástico y bastante seguro a pesar de contar todavía con 21 añitos, y aquella temporada acabó disputando 13 partidos de Liga. Ganó confianza, estuvo muchos años en el conjunto txuri-urdin, acumulando muchos minutos y experiencia hasta que el Valencia lo fichó en 1992 para disputarle la titularidad a Sempere, que aunque estaba a un gran nivel era ya todo un veterano.
No pudo apartar a “mudito” de la portería, pero tuvo su momento de gloria el 14 de mayo de 1994, cuando en el último minuto de la Liga, paró aquel penalti a Djukic que dio la liga al Barça.
Su gesto, celebrando una parada que a su equipo no le valía para nada no sentó bien en la Coruña, pero quizás fue una reacción espontánea, sabedor de que después de muchos años en el anonimato su nombre iba a pasar a los libros de historia de la Liga. Quizás sea la reacción normal de cualquier portero cuando consigue atajar un penalti.
De todos modos, parar aquel penalti no le valió para seguir en el Valencia, y puso rumbo al Valladolid, donde jugó la temporada del “no descenso” casi siempre como titular.
Ya con treinta y tantos pasó a jugar en Segunda con el Atlético Marbella, y en Segunda B con el Xerez y el San Fernando.
Cuando colgó los guantes se convirtió en entrenador de porteros del Xerez y estuvo también en el Hércules en la época de Esteban Vigo al frente del club alicantino.

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