Josep Guardiola, un hombre que ama como pocos el fútbol y que ha puesto sus conocimientos siempre en favor de hacer este deporte más atractivo. Guardiola es sinónimo de fútbol desde su debut en Primera, cuando las cámaras de El Día Después lo presentaron en silencio, sin música de fondo, sin ningún tipo de audio, tan solo al “noi de Sampedor” tocando con elegancia el balón, orquestando, dirigiendo con maestría, jugando de primeras, cambiando de orientación, sin dejar nunca de prestar atención al juego. Nunca ha habido ningún futbolista más rápido que él en el terreno de juego, porque Guardiola iba cuatro jugadas por delante del resto, y su inteligencia la aprovecharon en forma de pase los Stoichkovs, Laudrups, Romarios o Ronaldos de turno que jugaban al compás de su cerebro. Lo difícil era hacerlo todo tan fácil. Apasionado del balón, hombre de ideas claras, hoy es un consagrado entrenador que sigue dando cátedra desde los banquillos más exigentes. siempre con el buen fútbol como sello de identidad.
“Si a la gente lo único que le interesa es el resultado y no el juego, que no vayan a los estadios, que compren el diario del lunes y listo” dijo Ángel Cappa en una buena frase aplicable hoy tanto para fans como para detractores del estilo de Pep Guardiola, entrenador del Manchester City, cuyo equipo regala un fútbol ofensivo que el aficionado agradece colores y política a parte.
Josep Guardiola i Sala, se crío en La Masia blaugrana hasta que en 1990, Johan Cruyff lo hizo debutar muy joven en la Primera División. Pese a su juventud, Pep se adaptó rápidamente al sistema Cruyff, y haría de director de orquesta de un conjunto que hizo historia. Amante del fútbol de toque y posesión, siempre se le vio estilo, carácter y la capacidad de liderazgo que lo convertirían en capitán, ídolo de la afición, símbolo, y un tío muy respetado en el mundo del fútbol.
Levantó muchas copas con el Barça, entre ellas la primera Copa de Europa del club, en el año en que también fue campeón olímpico en Barcelona, en el 92, y jugó 47 partidos con la selección, disputando el mundial del 94 y la Eurocopa del 2000. Las lesiones le impidieron estar en más citas. En 2001, anunció que dejaba el Barcelona para conocer otros campeonatos. Estuvo en Italia con el Brescia y la Roma, después en Qatar y México.
Cuando colgó las botas se sentó en el banquillo del Barça, y con él de entrenador el club azulgrana brilló más que nunca, incluso llegó a una excelencia hoy más añorada que nunca. Lo ganó todo, y lo ganó fiel a un estilo que el mundo hoy todavía elogia. Con la panxa llena de copas se fue al Bayern de Munich, y en las tres temporadas que dirigió al gigante bávaro ganó títulos, pero no consiguió la Copa de Europa. Llegó al Manchester City en 2016 con ganas de demostrar que es un gran entrenador y, aunque él no quiera decirlo, también con el objetivo de lograr la orejona, con un equipo que tiene dinero de sobras para conseguirlo. Seguro que, con “el filósofo” en el banquillo, la afición del Manchester City goza de su equipo en cada partido, títulos consigue, pero claro, de momento la Copa de Europa tampoco llega.
Josep Guardiola Sala, pasión e identidad. Gracias por el fútbol.
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