Jugón como pocos, Riquelme llegó en 2002 al FC Barcelona después de sobresalir en Boca Juniors; aterrizó en Europa como un auténtico crack y con un maravilloso porvenir, pero aunque iba sobrado de talento nunca despuntó en can Barça. Fue en Villarreal donde se afianzó como conductor de un equipo histórico que por poco llega a una final de la Champions. Leyenda de Boca Juniors, el último 10 fue víctima del fútbol moderno que prioriza el físico antes de la calidad técnica.
Ver jugar a Riquelme era como ver jugar a un futbolista del pasado, disfrutaba jugando y hacía disfrutar a los que lo veían.
“Para mí ha sido mi referente, el jugador en el que más me he fijado. Reconozco que tenía puntos flacos y que necesitaba de un entorno “especial” para brillar, pero creo que merecía la pena dárselo. Un genio, hizo del Villarreal un equipo enorme, aunque le quedará la espina del penalty ante el Arsenal en semifinales. Recuerdo una exhibición suya y de Forlan en Anoeta antológica. Y otra en el Madrigal ante el Inter en Champions. Más conocido es el recital en la final de la intercontinental ante todo un Madrid (a Geremi y Makelele los hizo parecer alevines). Una lástima que en Barcelona coincidiese con Louis Van Gaal, de dar con otro mister o en otra época habría roto moldes” comentó un seguidor en una publicación antigua sobre Riquelme.
Otro añadió:
“Siempre recordaré una metáfora de Valdano sobre su marcha de la Liga española, que era algo así cómo “que triste que en una época de deportivos (jugadores físicos) no hayamos sabido valorar la importancia de tener un Rolls Royce”…
Y es que se echan de menos este tipo de jugadores.

Estaba en Anoeta aquel día, y fue un partido espectacular de los dos. Parecía que Riquelme jugaba andando y era imposible quitarle el balón. La elegancia de Zidane y la pausa de Xavi. Qué manera de proteger el balón y esconderla.
Salió aplaudido de Anoeta aquel día. Pocas veces he visto semejante impotencia y ver que le salía todo al chico.