Pues nos despistamos ayer y no publicamos el cromo del día. Así que hoy publicamos dos. Si recordamos el estadio Lluis Sitjar, recordamos a Roa. Y cuando hemos pensado en el Málaga y la Rosaleda nos ha venido a la cabeza un tal Kiki Musampa.
Nacido en Kinshasa, el Congo, se formó en el Ajax de Amsterdam, donde formó parte de una generación extraordinaria de futbolistas que impresionaron al mundo con su talento a mediados de los 90. Kiki era un centrocampista que podía actuar de extremo, con potencia y buen control del balón, y que veía puerta con facilidad. Se convirtió en toda una promesa del fútbol holandés y fichó por el Girondins de Burdeos en 1997, en busca de minutos y de gloria. Allí ganó la liga francesa, y el Málaga lo incorporó en 1999.
En el conjunto andaluz Musampa tuvo sus mejores años como futbolista, trotando a buen ritmo por un campo que hacía suyo con sus rastas tan absolutas, y sirviendo goles a Dely Valdés o Darío Silva, con los que se llevaba a las mil maravillas. Tras unas buenas campañas en la Costa del Sol, fichó en 2003 por el Atlético de Madrid, que volvía del infierno y buscaba talento para volver a ser grande. Su rendimiento en el club colchonero fue de más a menos, y terminó con una cesión al Manchester City, que entonces no era el millonario club de ahora.
Sus últimos años como profesional fue cambiando de ligas y de clubes, pasó por Turquía, Corea del Sur y volvió a Holanda, donde se retiró en el Wilem II todavía con sus inconfundibles rastas.
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