Ya sabemos que el fútbol levanta pasión en Turquía, solo hay que ver como viven los partidos, con las aficiones que llegan tres horas antes al partido y no cesan de cantar y animar, además de poner humo y sonido de tambores en las gradas. En el 2002, el fútbol turco vivía sus mejores años, pues dos años antes un sorprendente Galatasaray levantaba la Copa de la UEFA ante todo un Arsenal.
Turquía llegó al mundial tras quedar en la clasificación segunda de grupo por detrás de Suecia y tuvo que ganar la repesca ante Austria a la que aplastó con un 5-0 en el infierno del Ali Sami Yen de Istambul. Aun así, pocos confiaban en los turcos, y menos cuando fueron encuadrados en el mismo grupo que Brasil, aunque también se las vería con China y Costa Rica, dos selecciones bastante asequibles.
Era el equipo turco un equipo peleón, recordaba a la Bulgaria del 94 cuando se partían la cara por cada balón dividido y afrontaban los partidos como si de un combate de boxeo se tratara. Poniendo garra y corazón, y sus partidos eran un “toma y daca” constante para alegría del espectador.
En la portería Rüstü Recber, el portero mágico, que hasta se pintaba las ojeras de negro, y con sus pinturas de guerra aterrorizaba al primer delantero que pasease por su área. Con esas ojeras y su aspecto de Tau Pai Pai pocos eran los atacantes que osaban en vacilar al guardameta turco, probablemente el mejor cancerbero de la historia de Turquía, y que después de aquel mundial fichó por el Barcelona aunque en aquellos tiempos se necesitaba algo más que ser valiente para defender el marco blaugrana.
Si Rüstü utilizaba pinturas de guerra Umit Davala se pasó directamente al estilo Cherokee, y con una cresta pugnaba cada balón en la medular como si su vida dependiera de ello. En el centro del campo Yildiray Basturk aportaba la clase y la creación y Emre Belozoglu la contención, y delante el conjunto otomano tenía dos fieras hambrientas llamadas Hakan Sukur y Hasan Sas, y por si estos no tenían su día ahí estaba Nihat Kahveci para incordiar a quien hiciera falta.
En primer partido ante Brasil, Turquía ya demostró que no sería un rival fácil para nadie. Aguantó las envestidas de Ronaldinho, Rivaldo y Ronaldo, y Rustu paraba los potentes disparos que le venían de las botas de Roberto Carlos o Juninho. Rustu lo paraba todo. Y Turquía que cuando llegaba lo hacía con mucho peligro se adelantó en el marcador con un genial gol de Hasan Sas, el futbolistas calvo del equipo. En la segunda mitad Ronaldo pudo batir a Rustu con un efectivo remate y se llegó a los últimos minutos del partido con resultado de empate a uno. Fue entonces cuando el árbitro decidió actuar, por que Brasil era uno de los símbolos de Nike y de aquel mundial preparado. El árbitro vio un claro agarrón fuera del área a Ronaldo y pitó penalti y expulsión, marcando Rivaldo desde los once metros el gol de la victoria de la canarinha. Los futbolistas turcos estaban totalmente frustrados y entonces vino la jugada aquella en que Rivaldo se dispone a lanzar un córner y un futbolista turco le dispara el balón con fuerza, que pega en las piernas de Rivaldo y este se queja en la cara. Buena imagen de Turquía, otros no pueden decir lo mismo.
Después del chasco del primer partido, Turquía empató contra Costa Rica y venció claramente a China por 3-0, y pasó de ronda como segunda de grupo.
En octavos el rival era difícil, la anfitriona Japón, más que nada porque ya sabemos con que facilidad pitaban los árbitros a favor de los anfitriones en ese mundial. El partido, que se jugó bajo una intensa lluvia, se puso muy de cara para Turquía cuando El Cherokee Davala remató con la cabeza un saque de esquina y puso el 1-0 en el marcador. No hubo más historia, los japoneses no podían disputar esa lucha, y se entregaron a Turquía.
En los cuartos el rival fue Senegal, que era la sorpresa del mundial, y había derrotado a Francia en el partido inaugural. El partido no pasó a la historia por su fútbol pero sí por una anécdota cuando el delantero turco Ihan Mansiz marcó el último gol de Oro de la historia. Gracias a aquel gol, Turquía realizó la gesta de llegar a las semifinales. Por cierto el autor del gol, el tal Mansiz, es un asiduo actualmente de la televisión turca y va pasando de reallity en reallity.
En semifinales, Turquía se las vio de nuevo con Brasil, en un partido que clamaba venganza, incluso los otomanos se apoderaron del cuero y crearon ocasiones, pero nada pudieron hacer ante la magia de Ronaldo que fabricó una jugada de fantasía para llevar a Brasil a la final y más tarde a levantar la Copa del Mundo.
Turquía fue finalmente tercera, en un mundial que siempre será recordado por los nefastos arbitrajes, y en el que muchos señalan como fecha definitiva de la consagración de lo que llamamos fútbol moderno.

Debe estar conectado para enviar un comentario.