La pesadilla desde los penaltis

Sergi Aljilés

It’s kill or be killed, live or let die…kill or be killed, burn or save your soul”

Twisted Sister

 Ahora solo queda ganarla. La noche de los murciélagos de hace 2 semanas ya era recuerdo, ahora la historia había que escribirla con letras de oro. Era la segunda intentona, el año pasado pagamos la novatada al final, ahora no se puede escapar. Somos prácticamente los mismos, pero aún mejores, más hechos, más curtidos, más a lo campeón. Enfrente un Bayern de Múnich que volvía a una final después del desastre del Camp Nou, perder una final de copa de Europa en los 2 últimos minutos, con ansias de ganarla. No lo hacían desde el tricampeonato europeo de los Müller, Beckenbauer y compañía. Las ansias de ellos no podían superar las nuestras, era a vida o muerte, matar o morir, ganar o perder.

València y Bayern son viejos conocidos en las eliminatorias europeas, no solo en los partidos de la actual Champions. 2 eliminatorias destacan sobre las otras, una para cada equipo. La añorada Recopa, para los bávaros (año 67, frente a los Torpedo y Kaiser, los Mestre, Claramunt, Waldo y Roberto Gil), y la de la UEFA noventera para los valencianos (aquel 3-0 con goles del Piojo, Engonga y Gabi Moya bajo la lluvia), aquel Bayern de los Matthaus, Klinsmann y un portero, un portero de nombre Oliver. Un viejo conocido al que odiar, y odiar mucho. Odiar porque solo ver su nombre en el once rival nos traía a la memoria una palabra, Karlsruhe. Y el, Oliver Kahn defendía la portería rival en esa final.

Pero a la afición xe, a fin de cuentas, le daba igual. Vamos a ganar, estos no podrán con nosotros. Y así era en las horas previas por Milán, escenario de la final. La Piazza de Duomo, y las galerías Vittorio Emanuele II se estremecían con las tracas y masclets, como ya habíamos hecho en la torre Eiffel, como hicieron nuestros padres en Sarrià, Madrid o la Grand Place de Bruselas, y nuestros abuelos en Montjuic o en el propio Algirós. Por mucho que griten los alemanes, por mucha cerveza que beban, nada se puede contra los valencianos armados de pólvora como si fueran a la guerra, y esta se libraba en las calles y en San Siro.

El estadio communale de la capital lombarda explotó en protestas y jubilo casi nada más empezar el partido, con un penalti cometido en el área alemana. Mendieta, el gran capitán, el Gran Murciélago, tiraba el penalti, enfrente, el rubio y fornido portero. Dos especialistas en lo suyo. Y fue gol, un gol que fue una liberación, un gol en el minuto 2 que nos acercaba a la orejona.

Pero hoy aquí se ha venido a matar o morir, y unos minutos después penalti a favor de ellos. Cañizares no le iba a la zaga del portero rival en intimidación y personalidad, y consiguió parar el penalti. En ese momento éramos los ganadores, anímicos y deportivos, el Bayern estaba tocado.

Y en el descanso, algo pasó por la mente de Cúper. Amarrar el resultado, contener la línea de creación del rival…lo que sabemos es que cambió la magia y la creación por el trabajo y la destrucción. Aimar por Albelda. Este cambio de sistema, unido a la clásica paciencia futbolística alemana, de acoso continuo y derribo, acogotó al València.

En un partido así no podía ser de otra manera que de penalti. Así que, en medio de la defensa, un balón colgado, fue empujado Carboni, tocando su brazo con el balón, Esta vez nada pudo Cañizares ante el lanzador, 1-1, todo por decidir. Aun tuvo Zahovic una última a 5 minutos del final, escena tantas veces repetida en que, si solo hubiera tocado el balón, un leve toque, todo habría sido distinto, pero Kahn fue más rápido y se hizo con el esférico. Con la punta de los dedos la rozamos en ese momento, pero se frustró. Empate a uno y prórroga. Una prórroga tensa, en la que el miedo mutuo a perder fue más fuerte que el ansia de ganar, los penaltis dirimirían el campeón.

Ley no escrita del futbol es que mayoritariamente el que gana el sorteo, tira primero, es el que al final sale vencedor. Eso pareció romperse cuando el lanzador Paulo Sergio lanzó a las nubes el primero de ellos, y el capitán Mendieta volvió a engañar a Kahn, adelantando al València. En el segundo, Salihadmizic y Carew marcan, pero el tercero Zickler marca y Kahn detiene el lanzamiento de Zahovic. Una parada espectacular a un balón que iba a la escuadra. Empate a 2 y quedan 2. Los nervios recorrían las gradas.

Y aquí se llegó al momento clave, Cañizares paró el lanzamiento de Andersson. Si el València marca, tendrá 2 “match ball” para ganar el partido. Carboni se dirigió al punto de penalti, con la misma idea que llevaba Ricardo Arias 21 años antes, tenia que marcar como fuera. Y le pegó duro, recto, al medio de la portería, engañando a Kahn, que rozó el balón, pegando en la cara interior del larguero, botando en la línea de gol y saliéndose para fuera. Kahn fue a por el balón y lo recogió besándolo, dejando salir toda su furia en un grito visceral. La pesadilla no había hecho más que comenzar. Effemberg y Baraja marcan los dos llevando la tanda a la muerte súbita.

Lizarazu y el Kily marcaron para los 2 equipos, la tensión seguía en aumento. Linke marcó también después, un central que tiró con toda la tranquilidad del mundo, Cañizares no pudo hacer nada. Y ahora le tocaba a Pellegrino. Y este falló, o, mejor dicho, Kahn lo paró. Lo paró adivinando el lanzamiento, tirándose a su lado derecho como marcan los cánones, ganando la copa de Europa que le debía la suerte, la suerte que tubo en el penalti de Carboni. Mató al València.

Y luego, ¿Qué decir?, llanto, mucho llanto el de Cañizares, que fue el llanto de todos los murciélagos. Albelda hundido y tirado en el césped, llorando también. Nunca nos hemos vuelto a ver en esa oportunidad. Hoy hace 20 años que la esperamos y no llega.

Then I’m down in the bottom of a pit in the blazing sun,

Torn and twisted at the foot of a burning bike

And I think somebody somewhere must be tolling a bell

And the last think I see is my heart

Still beating, still beating

Breaking out of my body, and flying away

Like a bat out of hell”

Meat Loaf

Pero el València siempre se levanta, siempre sale del hoyo, como un murciélago sale del infierno, y llega a los cielos, volando. A los cielos que nadie esperaba, ni después de Milán, ni después del “Rivaldazo”, donde aún parecíamos más hundidos si cabe. Porque nos levantamos, (y nos levantaremos siempre) y subimos a los cielos volando, el vuelo de una liga después de 31 años.