Nos gusta recordar los mejores goles de la historia, como aquel zambombazo espectacular que nunca olvidaremos de Roberto Carlos en el Heliodoro Rodríguez López de Tenerife. Fue un golazo en un partido loco que terminó ganando el conjunto chicharrero por 4 a 3, un golazo ante el que poco pudo hacer un gran portero como Marcelo Leonardo Ojeda para que aquel proyectil no terminara alojándose en su portería. Y es que, a pesar e todo, también nos gusta recordar a los actores secundarios en estas jugadas, los porteros.
Marcelo Ojeda alcanzó el profesionalismo en las filas de Defensa y Justicia, y en 1990 fichó por Lanús, equipo con el que logró debutar en primera. De la mano de Vicente Cantatore llegó al Tenerife en 1994 y como guardián de la portería chicharrera demostró el pedazo portero que era. Sus 190 centímetros de altura y sus largos brazos lo convertían en un portero sobrio, excelente en los balones por alto y, poco dado a las florituras, sus buenas maneras colocándose en el área chica y poniendo el cuerpo, lo convirtieron en titular indiscutible durante años en el marco tinerfeño. El gol de Roberto Carlos no lo vio venir, y a partir de ese momento su rendimiento bajó aunque se mantuvo en el equipo hasta el descenso de categoría en el año 2000.
Volvió entonces a Argentina, jugó en Estudiantes y se retiró en Argentinos Juniors, pero fue en Tenerife donde vivió sus mejores años, incluso llegó a ser internacional, aunque tan solo fuese para jugar un encuentro en la Copa América de 1997.
En la actualidad todavía pisa algún que otro vestuario, en 2020 fue técnico de Unidos de Olmos.
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