En 1993, Pedja llegó a Valencia, había cuajado buenas campañas en el Partizán de Belgrado y desde la pretemporada ya se ganó a la afición de Mestalla con sus driblings y goles espectaculares. Fueron tres buenas campañas en la capital del Turia, en las que el motenegrino cogió la batuta de un equipo al que le faltó muy poco para ser campeón de Copa en el 95 y de Liga en el 96. Parecía que faltaba poco para que el Valencia lograra al fin ser campeón (eran los años de Paco Roig y “Per un Valencia campeó”) y cuando más se le quería, fichó por el Real Madrid que pagó su cláusula de 1.250 millones de pesetas. Pedrag, que había prometido fidelidad, se fue con una sonrisa de oreja a oreja hacia la capital, y eso no sentó bien al valencianismo, naciendo así un fuerte antimadridismo en Valencia. Judatovic le llamaron algunos desde entonces.
Pero, en Madrid la carrera de Pedja mejoró deportivamente, fue campeón de Liga y un gol suyo dio al Real Madrid por fin una Copa de Europa en color, la ansiada séptima. En 1999, tras tres años en el Real Madrid fichó por la Fiorentina. En 2002 volvió a Valencia, para formar parte de un Levante que intentaba asomarse a Primera con futbolistas como Amato, Congo o el propio Pedja. Allí colgó las botas, en Valencia y vestido de azulgrana.
Trabajó como director deportivo del Real Madrid de 2006 a 2009, y al poco de dejar el cargo su hijo Andrea falleció a causa de una hidrocefalia. Ha tenido problemas con la hacienda pública (cosas habituales en la gente del fútbol) y tuvo el valor de participar en los actos del centenario del Valencia, aun sabiendo que gran parte de la afición estaba en su contra. El montenegrino quiso enterrar el hacha de guerra.
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