Miquel Sanchis/Carlos Roberto
Pequeños, rechonchos y cabezones. Astutos, eléctricos y oportunistas. Creativos, intensos y luchadores. En el fútbol español abundó una especie protegida hoy en peligro de extinción, un sin fin de delanteros (seguro que nos dejamos a alguno de iguales características) repletos de talento que hacían magia cuando se acercaban al área rival. Habilidosos atacantes incordiantes y engorrosos, ninguno de ellos gozaba de un gran físico y ninguno triunfó en el Real Madrid o el Barcelona, aunque cualidades tenían de sobra para no estar siempre a la sombra de Butragueño, Salinas, Alfonso o Kiko. No recordamos goles en la selección de estos once monstruos del balón con las piernas sin depilar, pero a finales de los 80 y principios de los 90 un tipo de delantero autóctono rompía los marcadores de la época. Odio el Fútbol Moderno repasa a once delanteros cinco estrellas que no tenían nada que envidiar a cualquier delantero de la época por el que se pagaba un buen puñado de millones de pesetas. Hemos escogido a once pequeños pero matones, once maravillas cuyos goles recreábamos en el patio del colegio, once atacantes feroces.

Natural de Gijón, Eloy Olaya se formó en la cantera de Mareo y debutó en el primer equipo del Sporting en 1982. Se consagró como uno de los mejores delanteros de España, fue internacional, y disputó el mundial de México 86 y la Eurocopa del 88. 15 partidos y 4 goles con la selección, pero en el recuerdo aquel penalti a Bélgica que le perseguirá toda la vida, como a otros grandes futbolistas (Baggio, Djukic…), una injusticia para alguien que lo daba todo en el terreno de juego, pero ya sabemos que los buenos a veces también fallan.
En 1988, un club al que gusta mucho la escuela de Mareo, el Valencia, se hizo con sus servicios. Siete campañas jugó en Mestalla y dio grandes alegrías a una afición siempre exigente que valoraba el ímpetu y la clase del delantero asturiano. En 1995 volvió a su Sporting, y dos años más tarde fichó por el Badajoz, donde se retiró cansado de marcar goles por toda España. En la actualidad se dedica a una empresa de la construcción, pero sigue vinculado al fútbol desde la Federación Asturiana.

Natural de la Palma del Condado (Huelva) un torneo de la televisión española de los años 70 sirvió para que el Real Madrid llevara a Miguel Pardeza a sus categorías inferiores. En 1984, tras maravillar en el Castilla, Alfredo Di Stefano lo hizo debutar junto a otros chavales prometedores y formó con Míchel, Martín Vázquez, Manolo Sanchis y Emilio Butragueño la famosa Quinta del Buitre, siendo el único no madrileño del grupo.
Era un delantero inteligente y astuto, que sabía leer las jugadas y encontrar el hueco desde donde perforar la red. A pesar de ser un delantero de poca estatura, con su 1,65m y su poderoso tren inferior, se convirtió en un peligroso delantero, técnico y con mucha entrega, al que apodaron “Ratoncito”.
Cuando vio lo difícil que iba a ser encontrar minutos en el Real Madrid, decidió fichar por el Real Zaragoza, donde en sus más de diez temporadas se convirtió en símbolo y leyenda del club. Compartió vestuario con futbolistas de la talla de Señor o Rubén Sosa en los 80, y vivió la época dorada del club maño en los 90, junto a los Cedrún, Poyet, Esnaider, Nayim, Aguado, Aragón… con los que consiguió una Copa del Rey y una Recopa de Europa. Fue internacional absoluto en cinco ocasiones, y fue convocado al mundial de Italia 90, junto a sus amigos de la Quinta del Buitre, aunque tan solo disputó dos minutos del partido ante Bélgica. Se retiró en el Puebla de México. Tras licenciarse en Filología Hispánica, en la actualidad escribe libros pedantes. Un ratón de área y un poeta del gol.

Delantero extremadamente habilidoso en el regate, veloz, batallador, protestón y chupón, ponía en pie a la gradería cuando agachaba la cabeza y corría esquivando rivales sin parar. Era un espectáculo como rompía caderas con sus “colas de vaca” y regates en una baldosa.
Onésimo Sánchez comenzó su carrera en el Real Valladolid, de donde pasó al Cádiz coincidiendo con otro crack del balón, el salvadoreño Mágico González. En 1989 fichó por el Barça de Cruyff, y un año después volvió a Pucela para obsequiar a la parroquia con sus goles y regates imposibles durante tres temporadas. En 1993 llegó al Rayo Vallecano donde jugó tres temporadas más y coincidió con uno de los mejores delanteros de la historia de la Liga, el mexicano Hugo Sánchez. Jugó un año en el Sevilla, volvió al Rayo, y terminó su carrera jugando en el Burgos CF y el CF Palencia. No jugó en la selección y en la actualidad muestra su carácter en los banquillos, su última experiencia el filial del Celta de Vigo.

Nacido en Cáceres, Manolo Sánchez se formó en el CD Diocesano y con solo 16 años debutó en Cacereño. Jugó en el Sabadell y en el Real Murcia y en 1988 llegó al Atlético de Madrid donde se consagró como uno de los mejores futbolistas de España. Era rápido y un auténtico cazagoles, y fue el complemento ideal para delanteros como Futre o Baltazar. Ganó dos Copas del Rey con el Atleti y fue Pichichi de la Liga en la temporada 91/92 con 27 goles. Aquel año Manolo estuvo excelso, se atrevía con todo, y era un auténtico puñal cuando se incorporaba al ataque partiendo desde atrás. También era todo un especialista en los lanzamientos desde el punto de penalti. Fue internacional en 28 ocasiones siendo convocado para disputar el mundial de Italia 90.
En 1995 fichó por el Mérida, donde jugó una temporada y decidió colgar las botas. Estuvo de entrenador en el Club Galáctico Pegaso, la selección de Extremadura, el Rayo Majadahonda y el CP Cacereño.

Natural de Úbeda (Jaén), de niño tuvo que marchar con su familia a Cataluña, y con el paso del tiempo Carlos Muñoz se convirtió con el tiempo en un delantero letal, sinceramente, de los mejores que ha tenido el fútbol español y al que la fortuna, la época, o algún listillo que se cruzó en su carrera, le privaron de llegar más alto, pues calidad para jugar en un grande de España o de Europa y en la selección, tenía de sobras. Se formó en equipos catalanes hasta que se fijó el Barça en él. Jugó con el filial, y dio el salto al primer equipo con César Luis Menotti, compartiendo vestuario con Maradona y Schuster. La destitución de Menotti forzó una serie de cesiones por Elche, Murcia y Oviedo. Tenía características de sobra para haber formado parte del Dream Team de Johan Cruyff, pero fue vendido al Atlético de Madrid donde se enfrentaría con Clemente y tuvo que regresar al Real Oviedo para golear, golear y golear.
Con el equipo asturiano incluso jugó una UEFA, la única vez que el club carbayón ha jugado en Europa, la de la inolvidable eliminatoria contra el Genoa. Pese a estar en el mejor momento de su carrera, no fue llamado para el mundial de 1994 por su relación con el maestro Clemente. 6 partidos y 6 goles son sus números en la selección. Se retiró en México, allí jugó en el Puebla y en Los Lobos, y disfrutó de una segunda juventud, siendo incluso el máximo goleador de la liga mexicana en 1996. Carlos Gol, un delantero de raza, entrega, y un estupendo rematador. Una amenaza constante para las defensas rivales y el ídolo del Tartiere en los años del Oviedo en Primera. Las celebraciones de sus goles en las vallas del feudo oviedista quedarán para siempre en nuestra retina. En la actualidad es entrenador personal.
Cinco futbolistas magníficos de los que ya cuestan de encontrar. El ímpetu de Eloy Olaya, el oportunismo de Pardeza, la habilidad de Onésimo, la velocidad de Manolo y la raza de Carlos Gol. ¡Qué buenos tiempos para el fútbol español! cuando los equipos apenas no podían mirar a países lejanos y apostaban por las características del atacante Made in Spain. Mañana volvemos con otros 6 magníficos, pequeños pero matones.
Un comentario sobre “Pequeños pero matones (parte 1)”
Los comentarios están cerrados.