Sentarte delante de tu ordenador y dejar pasar las horas. Esas largas tardes de vicio. Tú y tu viejo PC, cambiando la historia del fútbol desde tu humilde equipo modesto. Remodelar el pequeño Guillermo Olagüe de Gandia hasta convertirlo en un estadio cinco estrellas. Ganar Copas de Europa con el Racing de Ferrol.
Fichar a Blomqvist, Kanchelskis, Palinha, Bakayoko o Collymore, como estrellas internacionales emergentes. Poner el precio de las entradas muy caras en las visitas del Real Madrid o Barcelona y sacar una pasta por ello. Rememorar la vieja copa Recopa de Europa contra equipos como el Nantes y el Gotebörg o la UEFA contra el Nottingham Forest o el Parma. Escuchar aquella musiquita pegadiza al tiempo que renovabas el contrato de Sánchez Broto o tu secretario técnico te mandaba un informe. Pagar multas por la mala iluminación de tu estadio en los partidos de Copa del Rey. Subir al primer equipo a tus jóvenes promesas Araguás, Moso, Netrella, Zangirolami, Usandi etc.
Contratar buenos médicos, poner seguros a los futbolistas, realizar el merchandising de llaveros, bufandas, camisetas… Ganar el triplete con el Salamanca, pagar la cláusula de De la Peña, fichar a Crespo en último año de contrato… en definitiva, el PC Fútbol te abrigaba en las frías tardes de invierno y te sumergía en su mundo fantástico de fútbol virtual casi real. Una joya que de la mano de Michael Robinson y de Dinamic Multimedia nos llegaba cada otoño.
“¡Ya ha salido el PC Fútbol!”, era la alegría del año. Bueno y barato, el mejor juego de la historia. Aunque el simulador flojeaba, ya no hay juegos como este.


La de horas que podíamos pasar delante de un ordenador, jugando a juegos como el Michel Fútbol Master (1989), antecesor del PC Fútbol y creado por Dinamic. Con él te enfrentabas a las selecciones europeas más potentes del momento URSS, Alemania, Holanda, Inglaterra, Italia, Dinamarca e Irlanda. Con nombres de los futbolistas de verdad, Elkjaer, Olsen, Altobelli… bonitos momentos ante la pantalla de un Spectrum con poco colorido.
Parecido era el Emilio Butragueño de Toposoft (1987), con su luminosa pantalla verde donde los futbolistas tenían la gracia, y el avance tecnológico, de posar para escuchar el himno antes de cada partido.
Los amantes del fútbol inglés pudieron recrearse con el Manchester United (1990) y el Manchester United Europe (1991) de Krisalis, un bombazo de juego, donde podías enfrentarte con el Manchester United a cantidad de equipos europeos, en cualquiera de las tres competiciones europeas, y si ganabas te esperaba un equipo sudamericano en la final de la Intercontinental.



Liverpool FC (1990) de Grandslam también fue un clásico para los amantes del fútbol inglés.
Pero si eras más de grandes competiciones como los mundiales siempre podías rememorar el Mundial de Italia 90, con el videojuego de U.S Gold Italia 90 (1990), un completo seguimiento del mundial, con las sedes, los uniformes, las plantillas, los grupos, todo calcado a la gran cita mundialista. Y de paso, gracias al juego, saber que de portero en EEUU juega un tal Tony Meola, que Rafa Paz estuvo en el mundial de Italia, que la delantera alemana era muy veloz con Klinsmann y Voller, que Conejo era de Costa Rica o que en Irlanda jugaba un tal Cascarino.
La fuerza del disquete.


Sensible Soccer (1992) era un juego que te aseguraba horas y horas de vicio, al igual que el clásico de los clásicos, el Kick Off (1989), con este juego conocimos muchos nuestras primeras frases en inglés: Throw In, Goal Kick, Extra Time…
Nintendo también dio mucho que hablar, con su Nintendo World Cup (1990), aquellos futbolistas cabezones capaces de hacer golazos de chilena en un entorno divertidisimo.


Aunque también en los 80 nos colaron algún juego que no merecía la pena, como el Peter Shilton’s Handball Maradona (1986) posiblemente el peor videojuego de la historia del fútbol, quizá pensado con mala fe para que lo compraran los argentinos, vaya jugo aburrido. Se trataba de que tu eras Peter Shilton, el mítico portero inglés, y tenías que esperar a que el balón viniera a tu portería para tener tu momento de gloria. ¿Realmente alguien pensó que eso podía resultar divertido?

Si no tenías una computadora en casa o simplemente querías salir a relacionarte con la gente que tenía tus mismas inquietudes, las monedas de cinco duros te daban un pequeño momento de emoción pixelada y evasión de la realidad ochentera y noventera. Los salones recreativos eran toda una escuela de la vida en la que te instruías al ritmo de cacofónicos tonos y luces hipnotizantes.Todo un mundo para las nuevas generaciones que acudían en grupo a ese maravilloso espacio cultural. Un mundo paralelo donde siempre estaba presente alguna maquinita de fútbol, esas eran las mejores. ¿Te acuerdas?
Trucos, jugadones, golazos, muchas horas y buenos momentos al compás de los hadokens del Street Fighter de la máquina de al lado.
La sencillez adictiva del Tehkan World Cup (1986), con su música, sus celebraciones de los goles, con los futbolistas de Brasil morenos, los porteros, los goles desde cualquier parte del campo y esa vista aérea. Un clásico en los salones de máquinas de los ’80.

La competición de clubes del EuroLeague (1988) que probablemente sirvió a los señores de la UEFA para inventar la Champions League. En aquella máquina estaban representados el Atlético de Madrid, el Real Madrid, el Barcelona, Milán, Inter, Nápoles, PSV Eindhoven y Bayern de Múnich. Los mejores equipos ochenteros luchaban por una copa gigante que caía desde el cielo. Los más listos de la sala podían marcar goles de chilena. Brutal.

Seibu Cup Soccer (1992) también conocida como Goal 92. Impresionante y adictiva máquina recreativa, ya de los ’90, pero con un guiño al mundial del 86, donde te ponías en la piel de lo que parecían ser Butragueño, Platini, Maradona, Rummenigge, Zico, Gascoigne, Schillacci o Rijkaard.

Y como no acordarse de la saga Supersidekicks (1993), el Football Champ (1990) de Taito o su versión Hat Trick Hero (1995) donde repartías juego violento gratuitamente, el GOAL, GOAL ,GOAL (1995) de Neo Geoy su camino hacia el mundial, o convertirte en en robot jugando a fútbol moderno con el Soccer Brawl (1992).






Pero eran unos tiempos en que muchas familias no se podían permitir tener un ordenador en casa, o derrochar monedas de cinco duros en las maquinitas, así que, los chavales se las tenían que ingeniar como fuese para recrear su deporte favorito. Dos bolígrafos, una regla, un dibujo de un estadio con sus futbolistas pintados a mano, y a ver quien tiene la destreza de pasar el balón y llevarlo a la portería contraria.
O jugar con el cronómetro de tu Casio un partido con tu amigo mientras esperas el autobús del cole. ¿Como era? 00.00 gol 00.59 y 00.01 penalti (si es par será gol) de 00.02 a 00.20 falta y vuelves a tirar. Al segundo 45 se termina la primera parte. Torneos hemos llegado a disputar con ello.

Las chapas, cómo no, y hacernos la naranja mecánica con chapitas de Kas naranja.
Y los futbolines, con sus diferentes normas y posicionamiento según cada región. En Valencia juegan con 2 defensas y no vale pase, en otros sitios juegan un 3-3-4 y vale todo. Y siempre pintados con los colores de los clubes del lugar.

El juego de mesa por excelencia el Subbuteo con la maqueta de un estadio donde podías recrear una partida de un fútbol tan real.

Nos hacíamos nuestros torneos con cualquier juego de fútbol de mesa, como el Soccer World Game, porque a cualquier cosa que llevara escrita la palabra fútbol, football o soccer, nos llevaba, y nos sigue llevando, locos.

Pero el rey era el balón, desde la jungla de partidos simultáneos de patio de colegio con el SuperTele o aquel de las caricaturas del mundial de Italia 90, hasta el rey de la calle, el poderoso balón Mikasa, que nos hizo hombres a muchos al tiempo que nos deshizo parte de nuestro cuerpo.


“Haber jugado con un Mikasa y poder contarlo es ya una suerte. pelotazos en la oreja o en los muslos en invierno o rematarlo cayendo con la uña harían soltar la sopa al más duro espía soviético”– dijo Moncho.
“Soy del 82 jugué con un mikasa en un campo de cemento, los punterones eran el pan nuestro de cada día y los balonazos en la cara también. Lo puse en mi expediente y me convalidaron el servicio militar” -dijo Miguel.
“Para el balón Mikasa se usaban las piezas de cuero demasiado duras para confeccionar las botas Marco. Seamos sinceros, nadie ha disfrutado jamás ese balón. Está guay verlo porque era de nuestros tiempos, pero era lo que había si no tenías un Azteca. Chutabas con toda el alma y no se elevaba ni un palmo del suelo. Era una balón que me hacía continuamente dudar de mi propia capacidad como futbolista, incluso de mi propia virilidad. ¿Que el fútbol español no iba bien de cabeza? A ver qué niño español echaba cojones de aprender a despejar ese balón! si te podrías quedar sonado! Y de rosca… ni Cristiano podría darle efecto a esa cosa. A su favor decir que te lo regalaban por la comunión y se empezaban a despegar los pentágonos cuando ya estabas acabando la carrera” -añadió Mariano.
“Aquí todo el mundo habla en pasado de esta maravilla de balón, y algunos equipos de la regional madrileña (por mucho que se empeñen en imponernos un balón de playa) todavía los usamos cuando ponemos campo…”-certificó Taru.
“Una vez despejando abatí con un Mikasa a un jugador del equipo contrario y como el árbitro no pitó para que se parara el partido lo abatí a él también (involuntariamente, claro). Con ambos en el suelo, los equipos acordamos una tregua. Era un buen balón: rompía cosas y él solo mejoraba con el tiempo”– palabra de Suso.
“Se me ocurrió hacerme un pendiente en la ceja con 16 años ,a los 6 meses salió volando junto con un cacho de ceja gracias a esta maravilla de balón el cual nunca se rompía y cuando más jugado estaba mas letal se hacia…”-dijo Sergio.
“Si lograbas manejar esa pelota medio en condiciones cuando jugabas con un tango o un etrusco eras un dios.. Te hacía mejorar tu técnica de lo malo y duro que era…”– dijo Pedro.
“Aun recuerdo los entrenamientos lloviendo en el campo de Grijo con esto… Terrible, ahí nos curtimos los grandes futbolistas, ahora son unos blanditos que juegan en una alfombra con un Nike”– frase de Diego.
“Eso era un balón medicinal de 4 kilos disfrazado… aún se nota la marca de un pelotazo que como central despeje con el pecho (Hace 20 años)” -aseguró Toni
“Mi primer tatuaje fue la M en el pecho, se me puso lila durante una semana” -nos confesó Vladi.
Y como no recordar aquellos balones oficiales de los mejores campeonatos. Aquellos que al chutarlos te sentías futbolista de verdad.
Tango, Azteca, Etrusco, esta fue la mejor trilogía a la que se unió el Questra y las botas Adidas Predator en un inciso de fútbol moderno.

Mención especial al Mery Sports, balón oficial de la Liga 88/89 de una pequeña empresa ilicitana que diseñó este balón compuesto por 62 piezas (12 pentágonos, 30 cuadrados y 20 triángulos). Este rombicosidodecaedro esférico desbancó a Adidas como balón oficial de la Liga.
Porque para botas siempre nos valieron unas Cejudo o Marco, y ya si eso unas Múnich, Lotto Donadoni, Diadora Baggio, Cronos Stoichkov, Patrick Laudrup, Puma King, o Puma Carrasco Gol o las más grandes las Adidas Copa Mundial que vieron amenazada su supremacía por las Nike Tempo.


Los porteros de la época, con sus uniformes diferentes al resto del equipo, con sus marcas de porteros: Uhlsport, Reusch, preciosos guantes.

Si solo querías jugar una pachanguita de colegas lo mejor si te iban a chutar trallón eran unos guantes Mikasa

Botas y guantes eran ya las prendas para los privilegiados que podían llegar a federarse en un club. Y meterse de lleno en el mundo de arena, césped y barro que supone el fútbol amateur. Desde crío, cuando los cordones de las zapatillas medían más metros que tú, y tenías darle mil vueltas por las medias para sujetarlos. Cordones por los tobillos, canilleras con bandas de plástico que acababan perdiéndose, tacos de goma y tacos de hierro, conos, petos, porterías pequeñas de entrenamiento, hinchadoras… réflex o el tío del bigote (linimento) eran imprescindibles en el botiquín de cualquier equipo y solo con oler el vestuario ya no necesitabas calentar. Por si tenías un golpe duro nada mejor que los supositorios Tanderil o el clorotilo. Para tus botas siempre grasa de caballo marca PALC, para el frío calentadores,para tus rodillas rodilleras, y para los tobillos lógicamente tobilleras…



Y ya en el campo reconocías el marcador simultáneo, las almohadillas, las bases del palo de portería pintadas de negro, los marcadores manuales, las camisetas sin nombre (solo con dorsal), el agua milagrosa, la ducha fría, el frescor de los aspersores, el calor del banquillo, el coche y el somier alisando el campo de tierra. Y una cuerda y un palo como compás para marcar con cal el mismo campo., y un mundo de objetos, artilugios, fragancias y sentimientos que todavía perduran en la memoria del más tuercebotas.
Odio el Fútbol Moderno (algunos textos son extraídos de nuestro libro Odio el Fútbol Moderno. Editorial Planeta 2018)
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