Se le veía confiado, con su media sonrisa mientras daba pasos atrás hasta situarse en el centro de la media luna del área, encaró, puso el pie de apoyo a la perfección, echó a un lado a Taffarel y disparó hacia la escuadra del otro lado, pero sele fue demasiado, y el balón salió despedido por arriba de la cruceta. A todos nos supo mal, pues Roberto Baggio no merecía un final de mundial tan dramático en 1994. Aquel penalti fallado daba la Copa del Mundo a Brasil, quizás la Brasil con el juego más italianizado de la historia.
Il Divino era un futbolista superlativo, completo, veloz, y con muy buen control del esférico, y aunque le faltó muy poco para conseguir la gloria mundialista, es recordado como uno de los mejores peloteros que ha dado Italia, con una calidad técnica impresionante y que además se echaba el equipo a la espalda en las grandes citas.
Roberto Baggio compezó su carrera en el Vicenza, y después pasó a la Fiorentina, para convertirse en uno de los mejores futbolistas que se ha enfundado la camiseta viola. En 1990 fichó por la Juventus, y jugó en el equipo de Turín la primera mitad de los 90, erigiéndose líder del equipo y ganando un scudetto, una copa y una copa de la UEFA. Actuaba entre el centro del campo y la delantera, con mucha libertad de movimientos, tocando mucho el balón. Su manejo del cuero, su velocidad y el cambio de ritmo eran únicos, y ganó el balón de oro en 1993 con justicia.
En 1995 fichó por el Milan de Berlusconi, donde ganaría otro scudetto. Bolonia, Inter de Milan y Brescia pudieron también gozar de su fútbol.
Con la selección jugó los mundiales de Italia 90, EEUU 94 y Francia 98, marcando en los tres mundiales, y realizando un magnífico papel especialmente en 1994, cuando llevó a Italia a la final, y que desgraciadamente perdió en la tanda de penaltis con aquel lanzamiento a las nubes de Los Ángeles.
Roberto Baggio, había realizado un torneo espectacular y no mereció un final así. Fue tercero en el 90 y segundo en el 94, y con el fútbol que tenía mereció más suerte en su carrera.
El jugador, budista, será recordado además de por su juego por su particular look, por sus botas Diadora y por esa coletilla de estilo noventero como dice la canción. Una coleta insuperable, cuando Il Divino galopaba por el terreno de juego apartando rivales elegantemente.

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