La Unión cumpliría hoy 98 años, pero desgraciadamente la entidad charra desapareció en junio de 2013. Desde entonces, la ciudad de Salamanca vive día día en el recuerdo y la nostalgia de un equipo que dio tantas buenas tardes a la parroquia que cada quince días visitaba el Helmántico. Dos equipos con filosofías antagónicas representan hoy al fútbol salmantino, dos equipos que militan en Segunda B con suerte dispar, dos equipos que intentan devolver la pasión por el balón a una ciudad víctima del fútbol moderno. Recordemos al futbolista que más veces ha defendido el escudo de la extinta Unión Deportiva Salamanca, recordemos a Jorge D’Alessandro.
Portero valiente y sobrio, Jorge se formó en el Club Atlético San Lorenzo de Almagro. Su buena estatura y su atrevimiento le hacían atajar balones imposibles saltando de palo a palo, en la época en que todos los porteros llevaban las rodillas peladas, aquella época en la que a pocos metros del gol el verde se perdía, y una zona de barro marcaba las áreas chicas. Estuvo en la plantilla del mejor Ciclón que se recuerda, entre los años 68 y 74. Hasta que el club porteño realizó una gira europea y el destino le enfrentó a la Unión. En aquel partido, “el gordo” defendió el marco de los argentinos, y los salmantinos quedaron tan impresionados con el coraje y el estilo del guardameta que quisieron contratarlo. Tras solventar unos problemas burocráticos, Jorge D’Alessandro se convirtió en portero de la U.D. Salamanca, y se adueñó del número 1 prácticamente en las diez temporadas en que jugó para el club charro. Contribuyó con sus actuaciones a una época dorada del club, y fue trofeo Zamora en las temporadas 74-75 y 76-77. En un choque con Dani, delantero del Athletic, terminó perdiendo un riñón, pero su pasión y su cabezonería le devolvió a los tres palos antes de tiempo. Sufrió más lesiones importantes, y en 1984 colgó los guantes con 334 partidos disputados con la Unión, más que nadie.
Enamorado de una ciudad que enamora y totalmente adaptado a nuestro país, Jorge se quedó en Salamanca tras su retirada entrenando en categorías inferiores. En 1990 dirigió a un Figueres con el que a punto estuvo de hacer historia. A partir de ahí, se sentó en el banquillo de multitud de clubes españoles, y en tres etapas en el de su querida Unión. A pesar de tener fama de “desciende equipos”, a otros los consiguió ascender. Además, estuvo a las ordenes de gente como Lopera o Gil en los 90, y eso es algo que debe a uno pasar factura. Su última experiencia en un banquillo fue en 2013, cuando entrenó al Huesca.
Ha sido un habitual de los programas de fútbol-basura, siempre mostrándose como un auténtico apasionado del deporte rey. Una leyenda bajo palos.
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