Pedro J. Lendínez / Miquel Sanchis
Hubo un tiempo en el que el número 10 del Valencia se codeaba entre los equipos que disputan las finales de Copa de Europa bajo el sudor del versátil Miguel Ángel Angulo, y mucho antes el pundonor, el carisma y la magia del argentino y “matador” Mario Alberto Kempes maravilló al valencianismo en una época en que se llegó a ganar Copa del Rey, la Recopa de Europa y la primera Supercopa europea que lograba un club español. Entre ambos vuelos de murciélagos, otro 10 inimitable, con un talento innato, trabajó y bregó de lo suyo para poner al Valencia entre los grandes. Es una injusticia futbolera que la época de Fernando Gómez no viniera acompañada de títulos, maldita lluvia de Madrid la del 24 de junio de 1995.
“La pelota siempre al 10”, gritará alguien desde un bar cercano a Mestalla, pero en el eco se escuchará el sentir vacío de los aficionados ches, ultrajados, y con una dirección sin rumbo dirigida desde la lejanía por el propietario Peter Lim y su fiel escudero Anil Murthy, que llegaron a Valencia allá por 2014, con el debut de Álvaro Negredo y recibidos con un tifo donde se leía ‘Benvingut Peter’.
Años después el club vive una de sus mayores crisis de la historia y hace tambalear la ya centenaria institución. No hay 10 en un club de tanto prestigio, ni tampoco noches europeas, y el desazón de la afición se hizo latente con el traspaso con carta de libertad del capitán Dani Parejo al Villarreal. Tampoco el joven Ferran Torres, que hoy disfruta Pep Guardiola en Manchester, se convirtió en el heredero del número de los números que esta temporada no tiene dueño en un club que es pura dinamita.
No, el Valencia no tendrá número 10, como tampoco podrá disfrutar esta temporada de Garay, los ya nombrados Ferran y Parejo, Florenzi, Jaume Costa o Coquelin, un extraño movimiento para lo grande que iba a ser este Valencia de la mano de un inversor de Singapour cuya presencia se ha ido diluyendo al igual que su proyecto. El Nou Mestalla como reflejo de una parálisis que puede terminar en derrumbe y asesinato. De ello se dio cuenta Javi Gracia una vez comenzada la temporada, hablando acerca de una “plantilla debilitada” en propias palabras del entrenador navarro. La crítica llega tarde.
En la otra acera las ranas viven felices bajo la lluvia. El estadio del Levante se pone guapo con la reforma y la cubierta. El pesimismo ya no moja la frente del seguidor azulgrana en la ciudad del Turia. En 2015 la Fundación del Levante U.D. rechazó el proyecto faraónico de Robert Sarver y decidió seguir luchando desde la humildad. “El Levante crecerá según crezca su masa social”, y el americano se fue a otra parte sin convencer a la afición de un club modesto que luchaba contra viento y marea por seguir entre los más grandes de nuestro fútbol. Hubo un descenso, pero los futbolistas emblema apechugaron para retornar a Primera y unas temporadas después el club granota parece que se baña en aguas muy tranquilas.
Y esta moderna e incierta Liga comenzó, y la jornada 1 nos deparó derbi de la ciudad de Valencia, y por primera vez en la historia dio la sensación de que el Levante era incluso favorito. Ranas ilusionadas contra tristes murciélagos cabizbajos. El partido no decepcionó, solo le faltó el acento valenciano en las gradas de un Mestalla que vacío también se muestra magestuoso. El Levante de Paco salió a ganar al Valencia de Javi, y pareció que arrollaría a los locales, se puso por delante, perdonó, y no mató. Gol aquí, gol allá y el derbi convertido en un “truque i retruque”. Al final los locales mostraron sus cartas, valieron 4 y el Levante se quedó con 2, en un buen partido donde vencedores y vencidos (“xotos i granotes”) quedaron contentos a pesar de todo.
Será que el balompié sigue entendiendo más de pasiones que de gestiones, será que lo más difícil es luchar contra la historia, o contra uno mismo, Mestalla no es feudo granota ni en tiempos sin 10, el Levante nunca en la historia ha ganado en campo del vecino cuando han jugado en Primera. A pesar de los pesares, a pesar del coronavirus, hay cosas que no cambian.

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