Una parábola de plata, un pibe inmortal

Sergi Aljilés

“…Till one day they call your name

You know it’s for the Hammer to Fall”

Hammer to fall- Queen

25 años se cumplen desde que empecé a acudir a Mestalla como socio. Un cuarto de siglo en el que, por ver, casi casi he visto de todo, ligas, copas, títulos europeos, una pandemia que nos obligó a todos a permanecer en casa y abandonar las rutinas que nos eran propias. Mi rutina más añorada, la de ocupar mi localidad en Mestalla, parece que la vamos a empezar a recuperar en breve. 

Durante esta pandemia, una de las cosas que han ocupado mi cabeza, al caer en la cuenta de mis “bodas de plata”, es escudriñar mis recuerdos de esa temporada (la 96/97) en que disfruté por primera vez de ser socio del equipo de mis amores. La temporada anterior, la del subcampeonato con Luis Aragonés, empecé a ir a menudo a Mestalla con un grupete de amigos del instituto, sacando entradas en la vieja general norte, la de los Yomus (glabs), e incluso al año siguiente, pudiendo disfrutar del descuento como socio, saqué entrada para ir con ellos en algún partido europeo. Recuerdo el 3-0 al Bayern Munchen diluviando, apegados unos a los otros bajo un paraguas, de pie en la general, botando y cantando como solo se puede cantar y botar bajo la lluvia cuando se tienen 15 años.

De ese partido, el de UEFA contra el Bayern, recuerdo el gol de Claudio López, el piojo, el segundo del València, adelantándose a todos al primer palo. Nos ilusionaba especialmente aquel jugador que venia sin un cartel espectacular, pero del que decían que era rápido, muy rápido en carrera. Además, contábamos en el banquillo con el sabio de Hortaleza, un Luis que nos había hecho soñar con que ganar una liga era posible, lastima que aquella no hubiese durado unas jornadas más, porqué hubiéramos pasado al Atleti.

Pero eso ya era pretérito, sino perfecto, era el nuestro, y eso era lo importante. El presente era la base de ese subcampeonato, más los fichajes de Karpin y Romario (míreme a los ojitos), y claro, del piojo, aunque este partiera teóricamente como suplente, pues como extremo izquierda lo habían fichado y no como el delantero goleador que acabaría siendo.

El primer enfrentamiento en que se vieron las caras primero y segundo de la liga anterior fue en Mestalla el 20 de octubre de 1996, acabando el partido 3-1. Una gran victoria blanc-i-negra, remachada con los goles de Poyatos (adivinen, correcto, de cabeza entrando desde detrás), Vláovic (un golazo a pase del Piojo, que había salido en el descanso por Fernando) y el tercero de Claudio, una vaselina desde medio campo en el minuto 90, con 2-1 en el marcador. Y, como no, se la marcó a Molina, un adelantado a su tiempo en eso de jugar de portero como se entiendo hoy en día, pero que se comió muchos goles desde lejos por su posición adelantada, con la que casi casi era el hombre libre de su equipo, cuando este atacaba.

La jugada permanece en la retina de los que ya peinamos alguna cana, y tenemos ya blancos los “alamares”. Robo del València en la medular, el balón llega a Claudio que cruza la línea divisoria con el cuero controlado, alza la cabeza viendo a Molina en el borde del área, y acomoda el cuerpo para tirar una vaselina de 50 metros, a la que Molina fue capaz de tocar, pero sin evitar que balón y portero entraran en la portería. Éxtasis colectivo, y celebración “de furia” como acostumbraba Claudio. Si el balón de Nayim lo guió La Pilarica, aquí la Mare de Déu “traicionó” al valenciano, prefiriendo al argentino.

Esa temporada no fue la mejor de Claudio, pero ese gol quedó para la historia. Las convulsiones de Paco Roig se llevaron por delante a Luis Aragonés para traer a Valdano, el día y la noche en cuanto a ser entrenador y entender el futbol. Esto supuso el ostracismo para Claudio, al igual que para todo el equipo. El verano siguiente estuvo entre la lista de transferibles, bueno, por estar, ese verano estuvo hasta Mendieta. Suerte que se quedaron. Se quedaron a que los hados acertaran en traer un italiano, el Rinaldi de Roig, para en poco más de un año, cambiara nuestra historia y nos hiciera, nos hicieran, campeones después de más de 18 años. Y ahí Claudio fue fundamental. Un pibe inmortal, con eso está dicho todo.