Jaime nos cuenta que “cuando los ciclistas empiezan a negociar las primeras rampas del Port de la Bonaigua desde la Vall d’Áneu (Lleida), aparece el caserío del pueblo de València d’Àneu, solaz de pescadores, cazadores, senderistas, buscadores de setas y esquiadores. Un pequeño hotel ha aprovechado su era, rodeada de algunos perales y manzanos, para hacer más atractivo su establecimiento a los muchachos hambrientos de balón”.






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